Tomás and the Joyful Star Bears
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y lleno de estrellas en el cielo.
A Tomás le encantaba pasar las noches mirando al firmamento, fascinado por la belleza y misterio que se escondían entre las estrellas. Una noche, mientras observaba el cielo, Tomás notó algo diferente. Las estrellas comenzaron a moverse formando figuras en el cielo oscuro.
¡Eran ositos! Sí, pequeños ositos hechos con la luz de las estrellas. Tomás no podía creer lo que veían sus ojos, pero su corazón se llenó de alegría al ver aquel espectáculo maravilloso. Tomás decidió seguir a los ositos luminosos para descubrir qué secreto guardaban.
Los siguió hasta llegar a un bosque encantado donde los árboles parecían tener vida propia y los animales hablaban como si fueran personas.
De repente, uno de los ositos se acercó a Tomás y le dijo: "¡Hola! Me llamo Lunita y somos guardianes de la magia estelar". Tomás quedó sorprendido por el hecho de que aquellos ositos tuvieran la capacidad de hablar, pero estaba emocionado por conocer más sobre ellos.
Lunita explicó a Tomás que cada vez que alguien en el mundo era realmente feliz, su energía positiva viajaba hasta las estrellas y estas se convertían en hermosos ositos para recordarles lo maravilloso que es ser feliz. Sin embargo, últimamente había menos felicidad en el mundo y eso preocupaba a los ositos.
Tomás se sintió triste al escuchar eso y decidió ayudar. Lunita le pidió que llevara un mensaje de esperanza y alegría a todas las personas que conociera.
Tomás aceptó emocionado la misión y prometió hacer todo lo posible para devolver la felicidad al mundo. El niño regresó a su pueblo lleno de energía y comenzó a compartir sonrisas, abrazos y palabras amables con todos.
Les contaba sobre los ositos estelares y cómo su felicidad podía hacer magia en el cielo. Las personas se contagiaban de su entusiasmo y poco a poco empezaron a redescubrir la alegría en sus vidas.
Un día, mientras Tomás miraba nuevamente el cielo estrellado, algo sorprendente ocurrió: las estrellas comenzaron a brillar más intensamente que nunca antes. Los ositos luminosos bailaban felices entre ellas formando figuras aún más hermosas. Lunita apareció junto a Tomás y le dijo: "Gracias por recordarnos lo maravillosa que puede ser la vida cuando elegimos ser felices".
El niño sonrió radiante, sabiendo que había cumplido con su misión. Desde aquel día, Tomás siguió siendo un pequeño embajador de la felicidad, llevando alegría allá donde iba.
Y cada noche, cuando miraba al cielo estrellado, sabía que los ositos seguían brillando gracias a la magia de la felicidad. Y así, gracias al valiente corazón del niño feliz por ver las estrellas, el mundo volvió a ser un lugar lleno de sonrisas y esperanza. .
FIN.