Tomás aprende a respetar


Había una vez un gato muy curioso llamado Tomás, que vivía en una casa con un hermoso jardín lleno de flores y mariposas.

A Tomás le encantaba pasar horas mirando las mariposas revoloteando entre las flores y soñaba con atraparlas. Un día, mientras estaba durmiendo bajo un árbol, escuchó el suave aleteo de unas mariposas. Abrió los ojos y vio a varias de ellas volando cerca de él. Sin pensarlo dos veces, saltó para intentar atraparlas.

Pero todas salieron volando rápidamente hacia el otro lado del jardín. Tomás no se rindió y comenzó a perseguirlas por todo el jardín. Saltaba detrás de ellas tratando de capturarlas, pero siempre escapaban justo antes de que pudiera tocarlas.

Mientras seguía corriendo tras las mariposas, Tomás pasó al lado del rosal más hermoso del jardín. De repente, una abeja lo picó en la nariz y comenzó a hincharse como un globo.

-¡Ay! ¡Me duele mucho! - gritó Tomás mientras se frotaba la nariz hinchada. En ese momento apareció Luna, la dueña del gato. -¿Qué te ha pasado? - preguntó Luna preocupada al ver al pobre gato con la nariz hinchada.

-Me picó una abeja - dijo Tomás tristemente -. Estoy arrepentido por haber perseguido a esas mariposas sin pensar en nada más que en mí mismo. Luna acarició suavemente al gato y le dijo:-No te preocupes, Tomás.

A veces nos dejamos llevar por nuestras emociones y no pensamos en las consecuencias de nuestros actos. Pero siempre podemos aprender de nuestros errores y hacer las cosas mejor la próxima vez.

Tomás entendió el mensaje de Luna y decidió que nunca más perseguiría a las mariposas ni haría daño a ningún otro ser vivo del jardín. En cambio, comenzó a disfrutar simplemente observando la belleza de los colores y formas que lo rodeaban.

Desde ese día, Tomás se convirtió en un gato mucho más sabio y feliz, que aprendió la importancia del respeto hacia todos los seres vivos del mundo. Y así, el jardín volvió a ser un lugar lleno de vida donde florecían las flores y revoloteaban las mariposas sin temor alguno.

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