Tomás, el campeón de la fresa


Había una vez en el barrio de La Frutera, un niño llamado Tomás que era conocido por todos como "el niño fresa". ¿La razón? Siempre vestía de rojo y su mamá le decía que parecía una deliciosa frutilla.

A pesar de ser muy simpático y divertido, a Tomás le encantaba jugar al fútbol pero tenía un problema: no veía bien de lejos y necesitaba usar lentes para poder jugar sin problemas.

Un día, mientras pateaba la pelota en la plaza del barrio, los chicos del equipo contrario comenzaron a burlarse de sus gafas. "¡Mirá al niño fresa con sus anteojos! ¡Seguro que no ve nada!", se reían sin parar.

Tomás se sintió muy triste y avergonzado. Corrió a esconderse detrás de unos arbustos y se quitó las gafas llorando. De repente, apareció Mateo, un vecino mayor que siempre se preocupaba por los más pequeños del barrio.

Al ver a Tomás tan afligido, se sentó a su lado y le preguntó qué le pasaba. Tomás le contó lo sucedido y cómo se sentía mal por tener que usar gafas para jugar al fútbol. "Tomás, escúchame", dijo Mateo con voz amable.

"Todos somos diferentes y únicos en nuestra propia forma. No hay nada de malo en usar gafas si te ayudan a ver mejor. Lo importante es que te sientas cómodo contigo mismo".

Tomás levantó la cabeza y miró a Mateo con curiosidad. "¿En serio crees eso?"-preguntó con esperanza en sus ojos. Mateo asintió con una sonrisa. "Claro que sí, además las gafas te hacen lucir aún más inteligente e interesante.

No permitas que las burlas de otros te hagan sentir menos valioso". Tomás reflexionó sobre las palabras de Mateo y decidió seguir su consejo.

Se puso nuevamente sus gafas con determinación y regresó al campo de juego dispuesto a demostrarles a todos lo bueno que era jugando al fútbol. Los chicos del equipo contrario volvieron a reír cuando vieron a Tomás regresar con sus gafas puestas. "¡Miren al niño fresa! Seguro va a errar todos los tiros ahora", gritaron burlones.

Pero para sorpresa de todos, Tomás mostró una destreza increíble en el juego. Con sus lentes puestas podía ver mejor el balón y calcular perfectamente cada patada. "¡Gooool!"-gritaban emocionados los amigos de Tomás cada vez que anotaba un tanto.

Al final del partido, el equipo de Tomás ganó gracias a su habilidad en el campo. "Wow, nunca imaginé lo bueno que eres jugando", admitió uno de los chicos del equipo contrario impresionado.

Tomás sonrió orgulloso y les recordó algo importante:"Nunca subestimen a alguien por cómo luzca o por lo diferente que sea. Todos tenemos talentos especiales solo esperando ser descubiertos".

Desde ese día, Tomás fue conocido como "el niño fresa pelota gafas", pero esta vez era un título lleno de admiración por su valentía e inteligencia para superar cualquier obstáculo. Y así aprendió junto a sus amigos la importancia de aceptarse tal como uno es y nunca rendirse ante las adversidades.

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