Tomás, el gato escolar



Había una vez un gato llamado Tomás, conocido por ser el más dormilón de todo el vecindario. Siempre se lo veía echado al sol, disfrutando de largas siestas y bostezando a cada rato.

Pero un día, algo inesperado sucedió: Tomás decidió que quería ir a la escuela. - ¡Maullidos! ¡Maullidos! -exclamó Tomás emocionado-. ¡Quiero aprender cosas nuevas! Sus amigos del barrio, el perro Rocky y la tortuga Matilda, se sorprendieron al escucharlo.

- ¿Vas a dejar de dormir para ir a la escuela? -preguntó Rocky con incredulidad. - Sí, quiero ser un gato educado y saber muchas cosas -respondió Tomás con determinación.

Así que al día siguiente, Tomás se levantó temprano (algo poco común en él) y se dirigió hacia la escuela del barrio. Al llegar, fue recibido por la directora, la señorita Mirta, quien lo miraba con curiosidad. - ¿Eres el nuevo alumno? -preguntó la señorita Mirta con una sonrisa.

- Sí, soy Tomás, el gato dormilón. Quiero aprender mucho y ser un gato culto -respondió él con entusiasmo. La señorita Mirta no pudo resistirse al encanto de Tomás y decidió darle una oportunidad.

Lo matriculó en primer grado junto a los niños de la clase y le consiguió un pupitre especial para él. A partir de ese momento, comenzaron las divertidas aventuras educativas de Tomás en la escuela. Tomás demostraba ser muy inteligente y astuto.

Aprendió rápidamente las letras del abecedario jugando con sus compañeros humanos e incluso logró resolver problemas matemáticos simples usando su aguda mente felina. Todos quedaban impresionados por su capacidad para aprender tan rápido.

Sin embargo, no todo fue fácil para Tomás en su nueva etapa como estudiante. Algunos compañeros animales del vecindario se burlaban de él por querer ir a la escuela siendo solo un gato.

Pero eso no detuvo a nuestro valiente protagonista, quien siguió adelante con determinación y confianza en sí mismo. Un día, durante una clase de ciencias naturales sobre los árboles frutales, ocurrió algo inesperado: un pájaro carpintero se posó en uno de los árboles del patio escolar y comenzó a hacer ruido con su pico.

Todos los alumnos humanos se asustaron excepto Tomás, quien recordaba haber aprendido sobre ese tipo de aves en sus clases. - ¡Tranquilos chicos! -maulló Tomás desde su pupitre-. El pájaro carpintero solo está buscando insectos bajo la corteza del árbol.

Es inofensivo. La señorita Mirta quedó impresionada por el conocimiento de Tomás y lo felicitó frente a toda la clase.

A partir de ese momento, todos sus compañeros lo trataron con respeto y admiración por ser tan valiente e inteligente. Al finalizar el año escolar, llegó el día de la graduación. La señorita Mirta entregaba los diplomas a cada uno de sus alumnos mientras orgullosos padres aplaudían desde sus asientos.

Cuando le llegó el turno a Tomás para recibir su diploma honorífico como mejor alumno del año, todos estallaron en aplausos y ovaciones.

Desde ese día en adelante, todos supieron que nunca subestimarían a un gato dormilón que decide ir a la escuela porque detrás de esa apariencia tranquila puede haber un brillante estudiante ansioso por aprender más cada día.

FIN.

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