Tomás, el gato generoso
Había una vez un gato llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo. Tomás era un gato muy presumido y siempre se creía el más guapo y elegante de todos los animales.
Pasaba horas frente al espejo peinándose su pelaje brillante y luciendo sus bigotes perfectamente arreglados. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Tomás se encontró con una rana llamada Renata. Renata era una rana muy simpática y amigable, pero también muy sabia.
Al ver a Tomás tan engreído, decidió enseñarle una lección. "¡Hola, Tomás! Veo que estás más presumido que nunca", dijo Renata con una sonrisa.
Tomás levantó la cabeza con altivez y respondió: "¡Por supuesto! Soy el gato más hermoso de todo el lugar". Renata decidió poner a prueba la vanidad de Tomás y le propuso un desafío: "Si eres tan hermoso como dices, deberías poder conseguir que todos los demás animales te admiren".
Tomás aceptó el reto sin dudarlo y comenzó a recorrer el pueblo para mostrar su belleza a todos los demás animales. Pero para su sorpresa, ninguno parecía impresionado por él.
Los pájaros volaban sin prestarle atención, las mariposas revoloteaban indiferentes cerca de él e incluso los perros lo ignoraban por completo. Desconcertado por esta situación, Tomás regresó al parque donde estaba Renata esperándolo con una sonrisa burlona en su rostro. "¿Qué pasó, Tomás? ¿Dónde están todos tus admiradores?", preguntó Renata.
Tomás, avergonzado y humillado, respondió: "No entiendo. Todos me ignoraron por completo". Renata explicó entonces: "La verdadera belleza no está en el exterior, sino en el interior. No importa cuán hermoso sea tu pelaje o cuánto te peines frente al espejo.
Lo que realmente importa es cómo te comportas con los demás y cómo tratas a los demás". Tomás reflexionó sobre las palabras de Renata y se dio cuenta de lo equivocado que había estado durante todo ese tiempo.
Decidió cambiar su actitud y empezar a ser amable con todos los animales del pueblo, sin importar su apariencia o especie.
Ayudaba a las abejas a encontrar flores para hacer miel, jugaba con los perros e incluso compartía su comida con los pajaritos. Poco a poco, Tomás fue ganándose el respeto y la admiración de todos los animales del pueblo. Ya no era solo conocido por su belleza externa, sino también por su generosidad y amabilidad.
Desde aquel día, Tomás dejó de ser un gato presumido para convertirse en un verdadero amigo para todos los animales del lugar.
Aprendió que la verdadera belleza radica en el corazón y que ser amable y generoso son cualidades mucho más valiosas que cualquier aspecto físico. Y así, Tomás vivió felizmente rodeado de amigos que lo querían por lo que era en realidad: un gato bondadoso y amoroso.
Y cada vez que se miraba al espejo, ya no veía solo su imagen reflejada, sino también el amor y la amistad que había ganado gracias a su cambio de actitud.
FIN.