Tomás y el arcoíris perdido



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Frutillar, un niño muy especial llamado Tomás.

A sus cortos 7 años, Tomás era conocido por ser un niño fresa, siempre vestido con colores rosados y rodeado de dulces y juguetes de ese tono. Un día, mientras jugaba en el parque del pueblo con su pelota favorita, la pelota rosa que le regaló su abuela, algo inesperado sucedió.

La pelota se escapó rodando hasta llegar a la entrada de la cocina de una casa cercana. Tomás corrió tras ella y al entrar a la cocina vio algo sorprendente: ¡la pelota estaba saltando dentro de una olla gigante! Tomás no podía creer lo que veía y decidió acercarse para investigar más.

"¿Hola? ¿Por qué estás saltando dentro de esa olla?", preguntó Tomás confundido. La pelota dejó de saltar y se transformó en una hada muy simpática.

Ella le explicó a Tomás que necesitaba ayuda para preparar una receta mágica que salvaría al pueblo de Frutillar de quedarse sin color. Resulta que alguien había robado todos los colores del arcoíris y los había encerrado en frascos escondidos por todo el pueblo.

Tomás no lo dudó ni un segundo y se ofreció a ayudar a recuperar los colores perdidos. La hada le dio unas gafas especiales que le permitirían ver los colores mágicos y juntos emprendieron la aventura por las calles del pueblo.

Cada frasco recuperado devolvía el color a las casas, árboles y flores marchitas del lugar. Pero cuando llegaron al último frasco, descubrieron que estaba custodiado por un monstruo hecho completamente de sombras oscuras. El desafío era aún mayor esta vez.

Con valentía y astucia, Tomás ideó un plan para distraer al monstruo mientras el hada conseguía abrir el frasco con magia. Finalmente, lograron liberar el último color del arcoíris y devolverlo al cielo.

El pueblo entero celebró la valentía de Tomás con una gran fiesta llena de colores, música y alegría.

Desde ese día en adelante, Frutillar nunca volvió a perder su brillo gracias al coraje y nobleza del niño fresa que supo demostrar que no importa cómo te vean los demás; lo importante es tener un corazón valiente lleno de amor por los demás.

Y así fue como Tomás aprendió que no hay límites para lo que uno puede lograr si se atreve a soñar en grande y nunca pierde la esperanza ante las adversidades. ¡Y colorín colorado este cuento ha terminado!

FIN.

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