Tomás y el brillo del amor
Había una vez un niño llamado Tomás, quien vivía en un pequeño orfanato en el corazón de la ciudad. Tomás siempre había soñado con tener una familia que lo quisiera y que le diera todo el amor que necesitaba.
Un día, mientras jugaba en el patio del orfanato, escuchó a una señora conversar con la directora sobre adoptar a un niño. Tomás se acercó tímidamente y preguntó: "¿Puedo ser yo?".
La señora sonrió y dijo: "Claro que sí, eres justo lo que estábamos buscando". Tomás no podía creer su suerte. Finalmente tendría una familia. La señora se llamaba Ana y era muy amable.
Juntos fueron a vivir a una casa hermosa en las afueras de la ciudad. Los días pasaron rápidamente y Tomás descubrió lo maravilloso que era tener una familia. Ana lo llevaba al parque todos los fines de semana, donde jugaban juntos al fútbol y compartían deliciosos helados.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano a su casa, encontraron un cachorro abandonado. El pobre perro estaba asustado y hambriento.
Tomás sintió compasión por él e inmediatamente le dijo a Ana: "¡Podemos llevarlo a casa! ¡Será nuestro nuevo amigo!". Ana aceptó encantada la propuesta de Tomás y juntos cuidaron al cachorro hasta que estuvo sano y feliz. Le pusieron por nombre Max. Con el tiempo, Max se convirtió en el mejor amigo de Tomás.
Juntos exploraban nuevos lugares, jugaban en el jardín y compartían grandes aventuras. Tomás había encontrado no solo una familia, sino también un compañero fiel. Un día, mientras paseaban por la calle, Tomás vio a un niño triste sentado en un banco.
Se acercó y le preguntó qué le pasaba. El niño explicó que también era huérfano y que nadie quería adoptarlo. Tomás recordó cómo se había sentido cuando vivía en el orfanato y decidió ayudar al niño.
Le dijo: "Ven conmigo, te presentaré a mi mamá Ana. Ella es muy amable y seguro que te querrá como a mí". El niño asintió emocionado y juntos fueron a la casa de Tomás.
Ana los recibió con los brazos abiertos y después de conocer al nuevo niño decidió adoptarlo también. A partir de ese momento, la casa se llenó de risas y amor. Los tres niños crecieron juntos como hermanos, siempre cuidándose unos a otros.
Tomás aprendió que no importa cuál sea tu pasado o si eres huérfano, lo más importante es tener amor en tu corazón y compartirlo con los demás.
Y así, Tomás encontró su felicidad junto a su nueva familia, demostrando que incluso las personas más pequeñas pueden hacer grandes cosas cuando se les da una oportunidad para brillar.
FIN.