Tomás y el disfraz de esqueleto
Había una vez un gato llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo. Todos los años, cuando llegaba Halloween, Tomás se emocionaba mucho porque le encantaba disfrazarse y asustar a sus amigos.
Este año, Tomás decidió que quería usar el disfraz más aterrador de todos: un esqueleto. Pasó días buscando el traje perfecto y finalmente lo encontró en una vieja tienda de disfraces del centro del pueblo.
El día de Halloween llegó y Tomás estaba listo para sorprender a todos con su espeluznante disfraz. Se puso el traje, se pintó la cara de blanco y salió a recorrer las calles del pueblo. "¡Mira ese gato! ¡Es un verdadero esqueleto!" -exclamaron los niños al verlo pasar.
Tomás se sentía muy feliz y orgulloso de sí mismo. Pero mientras caminaba por el parque, escuchó un llanto proveniente de detrás de unos arbustos. Se acercó sigilosamente y descubrió a un niño llamado Lucas llorando desconsoladamente.
"¿Qué te pasa, Lucas?" -preguntó Tomás con preocupación. Lucas levantó la cabeza y vio al gato disfrazado de esqueleto frente a él. Aunque tenía miedo, decidió contarle lo que le ocurría.
"Mi mamá me dijo que este año no puedo salir en Halloween porque estoy castigado por haberme portado mal" -dijo Lucas sollozando-. "Me siento muy triste porque siempre me divierto mucho en esta fiesta". Tomás se sintió triste por Lucas y decidió hacer algo para ayudarlo.
Le propuso al niño que juntos fueran a pedirle permiso a la mamá de Lucas para que pudiera salir en Halloween. Lucas dudó un poco, pero finalmente aceptó la idea del gato.
Fueron hasta la casa de Lucas y tocaron la puerta. La mamá de Lucas se sorprendió al ver a un gato disfrazado de esqueleto parado frente a ella, pero escuchó con atención lo que tenían que decir.
Tomás explicó cómo había encontrado a Lucas llorando en el parque y cómo quería asegurarse de que el niño pudiera disfrutar de Halloween como todos los demás.
La mamá de Lucas sonrió y le dio permiso para salir esa noche, pero con una condición: debía prometer portarse bien durante todo el año siguiente. Lucas aceptó emocionado y le dio las gracias tanto a su mamá como a Tomás por haberlo ayudado. Esa noche, salieron juntos disfrazados por las calles del pueblo y se divirtieron mucho junto a sus amigos.
Desde ese día, Tomás entendió que más allá de asustar a sus amigos en Halloween, también podía usar su disfraz para hacer el bien y ayudar a los demás.
A partir de entonces, cada año buscaba maneras diferentes de alegrarle el día a alguien usando su creatividad y espíritu solidario.
Y así fue como Gato Embrujado Halloween Disfrazes Miedo aprendió una valiosa lección sobre amistad y generosidad mientras disfrutaba junto a sus amigos en la fiesta más escalofriante del año.
FIN.