Tomás y el dragón bondadoso
Había una vez un pequeño pueblo en el que todos los habitantes tenían miedo de salir de sus casas por la presencia de un dragón malvado que vivía cerca.
El dragón era temido por su tamaño, su fuego y su apariencia feroz. Pero un día, un niño llamado Tomás decidió enfrentar al dragón para descubrir si realmente era malvado o no. Tomás se armó con valor y salió en busca del dragón.
Después de caminar durante algunas horas, finalmente encontró al monstruo durmiendo junto a una cueva.
Tomás se acercó lentamente y cuando estuvo lo suficientemente cerca, gritó:- ¡Despierta! ¿Por qué causas tanto miedo en mi pueblo? El dragón abrió los ojos sorprendido y gruñó:- ¿Quién eres tú para cuestionarme? Soy el gran Dragolfo, el más temido entre los seres mitológicos. Tomás no se dejó intimidar por las palabras del dragón y le preguntó:- Pero ¿por qué te comportas así? Todos te tienen miedo.
¿No podrías ser diferente? El Dragolfo pensó por unos momentos antes de responderle:- He sido siempre así porque nadie me ha dado la oportunidad de mostrar mi verdadera naturaleza. Todos me juzgan sin conocerme.
Tomás sintió empatía hacia el Dragolfo y decidió ayudarlo a cambiar esa percepción errada que tenía la gente sobre él. Juntos trabajaron durante días para demostrar a todos que el Dragolfo era un ser amable y generoso.
Ayudaba a las personas mayores llevándolas hasta sus casas, reparaba las casas de los que más lo necesitaban y se aseguraba de que el pueblo estuviera seguro. Un día, un grupo de personas decidió enfrentar al Dragolfo una vez más, pero esta vez Tomás estaba allí para defenderlo.
Les explicó todo lo que habían hecho juntos y cómo habían cambiado la percepción sobre el dragón. Finalmente, todos comprendieron que el Dragolfo no era malvado sino un ser amable y cariñoso.
Desde ese momento en adelante, el pueblo entero trabajó junto con él para hacer del lugar un sitio mejor donde vivir. Tomás demostró a través de su valentía y perseverancia que nunca debemos juzgar a alguien por su apariencia o reputación sin conocerlos primero.
Y así fue como gracias a él, el pueblo aprendió una lección importante: nunca hay que temer al diferente sin antes conocerlo.
FIN.