Tomás y el Dragón del Valle Escondido



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivía un joven llamado Tomás. Era un chico audaz, lleno de sueños e imaginación. Aunque a menudo se sentía un poco solo, Tomás siempre encontraba compañía en sus historias sobre dragones y aventuras.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano, escuchó un extraño sonido, como un suave susurro. Siguiendo el eco, se adentró más en la espesura hasta encontrar una cueva cubierta de lianas y flores silvestres.

"¿Hola? ¿Hay alguien ahí?" - preguntó Tomás, con un leve temblor de voz.

De repente, de la sombra salió un pequeño dragón de escamas verdes y brillantes, que lo miró con curiosidad.

"¡Hola! Soy Nubi, el dragón del valle escondido. ¿Quién eres tú?" - dijo el dragón alzando una ceja.

"Me llamo Tomás, y siempre he soñado con conocer un dragón. ¡Qué increíble que seas real!" - exclamó el niño, emocionado.

Nubi sonrió, dejando escapar un pequeño chispazo de fuego.

"Los humanos suelen tener miedo de nosotros, pero yo solo busco un amigo. Llevo años escondido aquí, lejos de la gente. Pero me gustaría vivir grandes aventuras, si alguien se atreve a acompañarme."

Tomás, sin pensarlo dos veces, aceptó la invitación:

"¡Sí! ¡Vamos a vivir aventuras juntos!"

A medida que pasaban los días, Tomás y Nubi recorrían el bosque, volando sobre árboles, saltando de montaña en montaña, y descubriendo rincones mágicos. Sin embargo, Nubi tenía un secreto que guardaba celosamente.

Un día, mientras descansaban cerca de un lago brillante, Nubi, con voz casi temblorosa, decidió confiarle a Tomás su secreto.

"Tomás, hay un tesoro escondido que protege el corazón del bosque. Mi familia lo ha custodiado por generaciones, pero hay un problema. Muchos lo buscan por avaricia, y eso traería mucho daño. Necesito tu ayuda para encontrarlo antes que ellos."

Con un brillo en sus ojos, Tomás preguntó:

"¿Qué debemos hacer?"

Nubi le explicó que debían enfrentarse a un grupo de exploradores que querían el tesoro para hacerse ricos. Para llegar al tesoro, debían atravesar el Túnel Oscuro, un camino lleno de desafíos y trampas.

"No tengo miedo. Si estamos juntos, lo lograremos" - afirmó Tomás con valentía.

Así partieron hacia el Túnel Oscuro. Al entrar, se encontraron con un laberinto de sombras. Sin embargo, en lugar de asustarse, Tomás recordó una de sus historias favoritas sobre un valiente caballero que siempre encontró la luz en la oscuridad.

"¡Nubi, tenemos que encontrar una manera de iluminar el túnel! ¿Podés soltar un poco de fuego?" - sugirió.

Nubi asintió y, con un profundo aliento, lanzó una llamarada que iluminó el camino.

"¡Ahí! ¡Sigamos por allí!" - dijo Tomás, apuntando hacia la luz del final.

Luego de superar varias trampas, finalmente llegaron a una sala donde un cofre brillaba en el centro, rodeado de piedras preciosas. Pero antes de que pudieran acercarse, los exploradores aparecieron, listos para reclamar el tesoro.

"¡Alto! Este tesoro no es para codiciosos" - gritó Tomás, frunciendo el ceño.

Los exploradores, sorprendidos, se rieron de un niño y un dragón.

"¿Quiénes son ustedes para detenernos?" - dijo el líder del grupo.

Tomás, inspirado y decidido, replicó:

"La verdadera riqueza no está en el oro, sino en proteger lo que amamos. Si ustedes toman este tesoro, el corazón del bosque se marchitará. Los dragones y los humanos podemos ser amigos y cuidar de este lugar juntos."

Los exploradores se miraron entre sí, y ante la determinación de Tomás y Nubi, comenzaron a dudar.

"¿Por qué no les escuchamos? Tal vez el tesoro no sea lo más importante después de todo." - comentó uno de ellos, finalmente.

Después de un rato de discusión, los exploradores decidieron irse, dejando el tesoro a salvo. Tomás y Nubi se miraron aliviados y sonrieron.

"¡Lo logramos!" - exclamó Tomás, saltando de alegría.

"Sí, juntos, somos más fuertes" - dijo Nubi, llenándose de gratitud.

Desde aquel día, Tomás entendió el verdadero valor de la amistad y el trabajo en equipo. Nubi también se dio cuenta de que no tenía que esconderse más, dejando amigos y secretos a un lado. Juntos, cuidaron el bosque y vivieron muchas más aventuras, recordando siempre que los tesoros más grandes son los momentos compartidos con amigos.

Y así, el valiente niño y el dragón travieso se convirtieron en leyendas en su pueblo, inspirando a otros a valorar la amistad y el respeto por la naturaleza. Al final, cada uno encontró en el otro lo que siempre había necesitado: compañero, confidente y un héroe.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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