Tomás y el Misterio de la Oscuridad
Era una calurosa tarde en el barrio de Villa Luz, y Tomás estaba emocionado porque iba a pasar la noche en casa de su amigo Lucas. Tomás siempre había tenido un pequeño miedo a la oscuridad, pero esa noche iba a dormir en compañía, por lo que decidió que todo iba a salir bien.
Cuando llegó la noche, Tomás y Lucas se acomodaron en el living de la casa. La madre de Lucas preparó unas galletas y les dio un vaso de leche caliente.
"¡Esto es riquísimo!" - exclamó Tomás mientras comía galletas.
"¿Te imaginás lo que haríamos si no tuviéramos miedo de la oscuridad?" - dijo Lucas, mientras ambos reían juntos.
Pasaron un rato jugando a la consola, pero cuando se apagaron las luces, un escalofrío recorrió la espalda de Tomás.
"¿Sabés? A veces tengo miedo de lo que pueda haber en la oscuridad" - confesó Tomás con voz temblorosa.
"¡No hay nada!" - le respondió Lucas, entusiasta. "Vamos a hacer algo, ¿qué te parece si exploramos?"
Tomás miró hacia la oscuridad. Las luces del living iluminaban un poco el pasillo, pero más allá, solo había sombras. Sin embargo, el ánimo de Lucas lo animó, y juntos decidieron hacer una pequeña aventura.
Con cada paso que daban hacia la oscuridad, Tomás sentía que su miedo crecía, pero también su valentía. De repente, escucharon un ruido.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Tomás, sintiéndose un poco asustado.
"Quizás un gato, o un ratón. ¡Vamos a ver!" - respondió Lucas, con una sonrisa desafiante.
Avanzaron un poco más y, en el medio del pasillo, se encontraron con un perro que había estado durmiendo. Estaba asustado y salió corriendo hacia ellos.
"¡Mirá! Solo es un perrito" - dijo Lucas, riendo. "¡Parece que también tiene miedo!"
Tomás sonrió al darse cuenta de que no estaba solo en su miedo. Decidió recoger al perrito y acariciarlo.
"¡Es tan lindo!" - exclamó Tomás. Al abrazarlo, sintió que el miedo empezaba a desaparecer.
"¿Ves? No hay nada que temer. Solo hay que descubrir qué hay en la oscuridad. ¡Es como un gran misterio!" - agregó Lucas.
Con el perrito en brazos, se dieron cuenta de que, a pesar de la oscuridad, podían crear su propia luz. Juntos encendieron una linterna y comenzaron a iluminar rincones del pasillo, riendo y jugando con las sombras que se formaban en la pared.
De repente, escucharon otro ruido. Pero esta vez, Tomás no se asustó. Decidido, iluminó con la linterna hacia el sonido y descubrieron un pequeño juego de mesa que estaba en el armario.
"¡Un juego!" - gritó Lucas. "Vamos a jugar, Tomás, esto va a ser increíble."
Así fue como la oscuridad no solo dejó de ser aterradora, sino que se convirtió en el escenario perfecto para una emocionante aventura. Mientras jugaban, se dieron cuenta de que la oscuridad también podía ser divertida.
Finalmente, ambos se cansaron y se acurrucaron en el sofá. El perrito se acomodó a sus pies, y con calor en su corazón, Tomás se dio cuenta de que había encontrado una forma de enfrentar su miedo.
"Gracias por ayudarme, Lucas. Nunca pensé que iba a sentirme tan bien en la oscuridad" - dijo Tomás sonriendo.
"Siempre que estés conmigo, no hay nada que temer" - respondió Lucas.
Y así, entre risas y aventuras, Tomás descubrió que la oscuridad no era su enemiga, sino una amiga con muchas sorpresas por ofrecer. De esa manera, cada vez que las luces se apagaban, él sabía que estaba listo para explorar nuevos misterios junto a su amigo y su nuevo compañero animal.
FIN.