Tomás y el misterio de la televisión rota



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Tomás que siempre estaba muy aburrido. Un día, mientras jugaba en su casa, decidió agarrar un martillo y golpear la televisión.

¡Pum! La pantalla se rompió en mil pedazos. -¡Ay, no! ¡¿Qué hiciste, Tomás? ! -exclamó su mamá al entrar a la habitación y ver el desastre. Tomás se quedó sin palabras, sabía que había hecho algo malo y ahora tendría consecuencias.

Su mamá lo miraba con tristeza pero también con calma. -¿Por qué lo hiciste? -preguntó ella con voz serena. -No sé... Estaba aburrido y pensé que sería divertido -respondió Tomás avergonzado.

Su mamá suspiró y le explicó que las cosas tienen un valor importante y que romperlas solo trae tristeza. Tomás se sintió arrepentido por lo que hizo y prometió no volver a hacerlo. Los días pasaron y Tomás tuvo que buscar otras formas de divertirse sin dañar nada más.

Aprendió a jugar afuera con sus amigos, a dibujar, a leer libros interesantes y descubrió todo un mundo de posibilidades fuera de la pantalla de la televisión.

Una tarde, mientras ayudaba a su mamá en el jardín plantando flores, vio a un vecino mayor arreglando una vieja radio rota. Se acercó curioso y le preguntó qué hacía. -Estoy tratando de arreglar esta radio para poder escuchar música de nuevo -respondió el vecino con una sonrisa amable.

Tomás se ofreció a ayudar y juntos comenzaron a reparar la radio. Fue entonces cuando entendió el valor del esfuerzo, la paciencia y el trabajo en equipo para solucionar los problemas.

Finalmente, después de varios intentos fallidos, lograron hacer funcionar la radio. El vecino puso música alegre y ambos celebraron bailando en el jardín. Desde ese día, Tomás aprendió una gran lección: nunca más rompió nada por diversión y descubrió que las mejores aventuras estaban fuera de la pantalla.

Siempre recordaba aquel momento como el inicio de su camino hacia nuevas experiencias llenas de aprendizaje e imaginación en Villa Esperanza.

FIN.

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