Tomás y el misterioso aviador
Había una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Tomás que pasaba horas y horas jugando con aviones de papel. Le encantaba lanzarlos al aire y ver cómo volaban tan alto como podían llegar.
Soñaba con ser piloto y viajar a lo alto de las nubes en su propio avión real.
Un día, mientras Tomás estaba en el parque haciendo volar uno de sus aviones de papel, se le acercó un anciano muy amable que había estado observándolo. El anciano le dijo: "¡Veo que te gusta mucho jugar con tus aviones! ¿Te gustaría saber cómo es pilotar un avión de verdad?"Tomás no podía creerlo. Sus ojos brillaron de emoción y asintió emocionado.
El anciano lo llevó hasta una vieja pero bien cuidada avioneta que tenía allí cerca. Tomás estaba maravillado. "¿Quieres subir, Tomás?" -preguntó el anciano. "¡Sí, sí!" -respondió Tomás emocionado.
El anciano ayudó a Tomás a subir a la cabina del piloto y le explicó cómo funcionaban los mandos del avión. Con mucha paciencia, le enseñó cada detalle y le permitió incluso simular despegues y aterrizajes. Tomás estaba extasiado.
Sentía la emoción recorrer todo su cuerpo mientras imaginaba estar surcando los cielos en su propio avión real. Se sentía más cerca que nunca de cumplir su sueño de ser piloto.
Después de esa experiencia inolvidable, el anciano le regaló a Tomás un pequeño libro sobre aviación para niños y le dijo: "Nunca dejes de perseguir tus sueños, Tomás. Con esfuerzo y dedicación, puedes lograr todo lo que te propongas. "Tomás regresó a casa con el corazón lleno de ilusión y determinación.
Pasó días enteros leyendo su nuevo libro y practicando con sus aviones de papel, soñando con el día en que finalmente pilotaría un verdadero avión.
Con el tiempo, Tomás se convirtió en un excelente estudiante e hizo todo lo posible por aprender sobre aviación. Estudió duro, se esforzó al máximo y nunca perdió la fe en sí mismo.
Y finalmente, llegó el gran día en que Tomás pudo subirse a un avión real como copiloto gracias a una iniciativa para jóvenes apasionados por la aviación. Desde las alturas contemplando las nubes bajo sus pies, recordaba aquel momento mágico en el parque cuando todo comenzó con sus simples aviones de papel.
Tomás entendió entonces que los sueños pueden hacerse realidad si uno trabaja incansablemente por ellos; porque así como sus pequeños aviones eran capaces de surcar los cielos imaginarios del parque, él también era capaz ahora de alcanzar las alturas reales gracias a su esfuerzo y perseverancia.
FIN.