Tomas y el Poder de la Amistad
Tomás era un niño argentino de diez años que no estaba pasando por su mejor momento en la escuela. Las matemáticas, la lengua y las ciencias eran un verdadero rompecabezas para él. Cada vez que llegaba la hora de las tareas, un nudo en su barriguita le recordaba lo difícil que le resultaba entender las lecciones de la profesora. A pesar de que siempre intentaba hacer su mejor esfuerzo, sus notas no reflejaban su dedicación.
Un día, al terminar el recreo, Tomás se sentó en su escritorio con su cabeza gacha, observando sus hojas llenas de garabatos y errores. Justo en ese momento, se acercó su compañero de clase, Lucas, un niño con una sonrisa siempre brillante.
"¿Qué te pasa, Tomás? Te veo preocupado" - dijo Lucas.
"Es que estoy re mal con las materias. No entiendo nada y en el último examen saqué un cero..." - respondió Tomás, con lágrimas en los ojos.
Lucas se sentó al lado de él y le dio una palmada en la espalda.
"No te preocupes. Todos tenemos cosas que aprender. ¿Por qué no estudiamos juntos después de clase?" - propuso Lucas.
Tomás miró a su amigo con sorpresa.
"¿De verdad? ¿No creés que perderías tiempo?" - preguntó, dudando.
"¡Para nada! Aprender juntos puede ser divertido. Además, yo puedo ayudarte y tú me ayudas a mejorar en gimnasia. A veces las cosas se ven más fáciles cuando uno tiene a alguien a su lado" - sonrió Lucas.
Tomás decidió aceptar la propuesta. Después de clase, Tomás y Lucas se fueron a la plaza que estaba justo enfrente de la escuela. Sacaron sus libros y comenzaron a estudiar. Tomás se dio cuenta de que con un amigo a su lado, los problemas se veían menos complicados.
Al día siguiente, el maestro les anunció que tendrían un examen sorpresa de matemáticas. Tomás se sintió nervioso, pero entonces recordó lo que había estudiado con Lucas. El examen resultó ser un desafío, pero al menos pudo resolver algunas preguntas. Cuando vio que el maestro le dio un 7, se sintió como si hubiera ganado una medalla.
La semana siguiente, Lucas y Tomás continuaron estudiando juntos. Un día, Lucas tuvo una idea.
"¿Qué tal si hacemos un grupo de estudio con algunos otros compañeros? Puede ser más fácil. ¡Podemos hacer juegos y actividades!" - sugirió.
Tomás se iluminó.
"¡Sí, eso sería genial!" - exclamó.
Así fue como crearon el ‘Club de Estudio Divertido’. Invitaron a otros niños de la clase, y pronto se unieron varios amigos. Hacían juegos de preguntas y respuestas, competiciones de quien resolvía un problema primero, e incluso tenían días temáticos. Todo se volvía más divertido, y lo que antes parecía difícil, ahora se convertía en risas y aprendizaje.
Con el tiempo, Tomás comenzó a mejorar en sus materias. Un día, al ver su boletín con notas altas, no pudo evitar sentir una alegría inmensa. Cuando lo llevó a casa, su mamá se emocionó.
"¡Tomás, mirá lo que lograste!" - dijo ella abrazándolo.
"No lo hice solo, mamá, ¡fue gracias a Lucas y a mis amigos!" - respondió Tomás, lleno de gratitud.
A medida que avanzaba el año escolar, la amistad entre Tomás y Lucas se hizo más fuerte. Aprendieron que ayudar a los demás no solo los hacía mejores estudiantes, sino también mejores personas. Juntos, se dieron cuenta de que las dificultades se pueden superar si se trabaja en equipo.
Al finalizar el año escolar, Tomás subió al escenario durante la ceremonia de premiación.
"Yo solía pensar que nunca podría aprender, pero con el apoyo de mis amigos, entendí que todos tenemos algo especial que aportar" - dijo ante todos.
Así, Tomás salió del colegio no solo con mejores notas, sino también con una lección muy importante sobre la amistad y la colaboración. Entendió que, aunque a veces las cosas parecen difíciles, siempre hay una forma de sobrepasar los obstáculos con la ayuda de quienes nos rodean. Y desde entonces, Tomás nunca volvió a dudar de sí mismo y, sobre todo, nunca dejó de sonreír.
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FIN.