Tomás y el pollito alado



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Flores, un niño llamado Tomás. Tomás era un niño especial, tenía autismo y enfrentaba dificultades en su aprendizaje.

A pesar de ello, sus padres nunca dejaron de creer en él y sabían que con amor y paciencia, podría lograr grandes cosas. Desde muy pequeño, Tomás demostró una gran pasión por los animales.

Pasaba horas observando a las aves volar en el cielo y se emocionaba al ver a los perros jugando en el parque. Su deseo más profundo era poder comunicarse con ellos y entender lo que sentían.

Un día, mientras Tomás caminaba por el bosque cerca de su casa, encontró un nido abandonado con tres huevos dentro. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarlos a su hogar para cuidarlos hasta que nacieran los pollitos. Tomás investigó cómo criar a los pollitos adecuadamente y se aseguró de mantenerlos calientes bajo una lámpara especial.

Los alimentaba cada pocas horas y les hablaba dulcemente para que se sintieran amados. Con el paso del tiempo, los pollitos comenzaron a romper sus cascarones uno por uno.

Fue entonces cuando Tomás notó algo inesperado: uno de ellos parecía tener dificultades para salir completamente del huevo. El niño se preocupó mucho e hizo todo lo posible para ayudarlo.

Pasaron varias horas llenas de ansiedad hasta que finalmente el último pollito logró romper la cáscara del huevo y salir al mundo exterior. Pero había algo diferente en él; no caminaba como los otros pollitos ni emitía sonidos de alegría. Tomás supo en ese momento que su nuevo amigo tenía una discapacidad.

Tomás decidió llamar al pollito —"Chirri"  por el peculiar sonido que hacía al comunicarse. A pesar de las dificultades, Tomás no se rindió y se propuso enseñarle a Chirri todo lo que sabía sobre el mundo animal.

Pasaban horas juntos explorando la naturaleza, observando diferentes especies y aprendiendo cómo cuidarlos. A medida que pasaba el tiempo, Tomás notaba cambios en Chirri. Aunque aún tenía problemas para caminar correctamente, comenzaba a responder a los comandos y señales de su amigo humano.

Incluso logró emitir algunos sonidos más claros y reconocibles. El desarrollo y crecimiento de Chirri era evidente gracias al amoroso cuidado de Tomás. Su dedicación había dado frutos maravillosos. Pero todavía había un desafío pendiente: ayudarlo a volar.

Tomás investigó sobre aves con dificultades motoras similares a las de Chirri y descubrió ejercicios especiales para fortalecer sus alas.

Juntos practicaron día tras día hasta que finalmente llegó el gran momento: ¡Chirri logró volar por primera vez! La emoción invadió los corazones de ambos amigos mientras veían a Chirri elevarse en el cielo azul como cualquier otro pájaro. Era un símbolo del crecimiento, maduración y superación personal tanto para Chirri como para Tomás.

Desde aquel día, Tomás siguió ayudando a otros animales con dificultades en su pueblo utilizando todo lo que había aprendido con Chirri. Se convirtió en un defensor de los animales y en una inspiración para todos aquellos que enfrentaban desafíos similares.

La historia de Tomás y Chirri nos enseña que el desarrollo, la maduración y el crecimiento no tienen límites cuando se tiene amor, paciencia y determinación.

A veces, las dificultades pueden ser oportunidades para descubrir nuestras fortalezas y ayudar a otros en el camino hacia su propio vuelo.

FIN.

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