Tomás y el regalo de la amistad


Había una vez un niño llamado Tomás, que era conocido por ser el más gracioso y divertido de su barrio. Siempre estaba haciendo reír a sus amigos con sus ocurrencias y chistes.

Pero lo que más le gustaba a Tomás era jugar con sus juguetes. Tenía una colección enorme que cuidaba como si fueran tesoros.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Tomás se dio cuenta de que había un niño nuevo que parecía triste y solitario. Se acercó a él y le preguntó:-¿Por qué estás tan solo? ¿Quieres venir a jugar con nosotros? El niño nuevo, llamado Martín, sonrió tímidamente y asintió.

Pronto, Tomás logró sacarle una risa con uno de sus chistes y se hicieron amigos al instante. Desde ese día, Martín se unió al grupo de amigos de Tomás y juntos pasaban horas jugando en el parque.

Sin embargo, Tomás notó que Martín siempre miraba con tristeza los juguetes de los demás niños, ya que no tenía ninguno propio. Decidió hacer algo al respecto. Una tarde, invitó a Martín a su casa y le mostró su colección de juguetes.

-Mirá, Martín, podés elegir uno para llevarte a casa -dijo Tomás generosamente. Martín no podía creerlo. Nunca antes le habían regalado un juguete. Con ojos brillantes de emoción, eligió un autito rojo que se convirtió en su tesoro más preciado.

A partir de ese día, la sonrisa de Martín nunca desapareció. Estaba feliz de tener un amigo como Tomás y un juguete para jugar. Los dos niños se volvieron inseparables y compartían todo lo que tenían.

Poco a poco, los demás niños del barrio también aprendieron la importancia de compartir y ser amables con quienes los rodeaban. La bondad de Tomás inspiró a todos a ser mejores personas.

Y así fue cómo la amistad entre Tomás y Martín enseñó una gran lección: la verdadera felicidad radica en dar sin esperar nada a cambio y en compartir con aquellos que menos tienen. Jugar juntos fortalece los lazos entre las personas y hace del mundo un lugar mejor para todos.

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