Tomás y el río en peligro



Había una vez un niño llamado Tomás, quien vivía en un pequeño pueblo cerca de un hermoso río.

Todos los días, Tomás solía caminar por las orillas del río y disfrutar de la fresca brisa mientras observaba el agua cristalina fluir. Un día, Tomás decidió aventurarse más allá de su camino habitual y explorar una parte desconocida del río.

Caminó durante horas hasta que finalmente llegó a un lugar donde el agua era turbia y tenía un olor extraño. El Niño Después estaba sediento después de tanto tiempo caminando y decidió tomar un sorbo del agua. Sin embargo, tan pronto como probó el líquido, notó algo extraño. Tenía un sabor amargo y desagradable.

Tomás se dio cuenta de que el agua estaba contaminada y no podía beberla. El Niño Después se sintió triste al ver cómo algo tan hermoso como el río había sido dañado por la contaminación.

Sabía que debía hacer algo para ayudar a protegerlo. Decidido a encontrar una solución, El Niño Después regresó al pueblo e investigó sobre la contaminación del agua en la biblioteca local. Descubrió que muchos productos químicos peligrosos provenían de las fábricas cercanas al río.

Armado con este conocimiento, El Niño Después decidió hablar con sus vecinos sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y mantener limpio el río.

Organizó reuniones comunitarias donde compartió información sobre los efectos negativos de la contaminación del agua en los animales y las personas. Al principio, algunos vecinos no estaban convencidos de la importancia de proteger el río.

Pero El Niño Después no se dio por vencido y continuó educando a la comunidad sobre los peligros de la contaminación. Un día, mientras Tomás estaba dando un paseo por el pueblo, notó que algunas personas estaban reagarrando basura del suelo y evitando tirar desperdicios al río. Esto hizo que El Niño Después se sintiera feliz y esperanzado.

Con el tiempo, más y más personas comenzaron a tomar medidas para proteger el río. Organizaron limpiezas regulares de las orillas y presionaron a las fábricas para que adoptaran prácticas más ecológicas.

Gracias a los esfuerzos incansables de El Niño Después, el agua del río finalmente volvió a ser clara y segura para beber. Los animales regresaron al río, los peces nadaban libremente y las plantas crecían saludables en sus orillas.

El Niño Después aprendió una valiosa lección: todos podemos marcar la diferencia si trabajamos juntos para cuidar nuestro entorno. Y así, Tomás siguió siendo un defensor del medio ambiente durante toda su vida, inspirando a otros niños a seguir sus pasos.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado pero nuestro compromiso con el cuidado del medio ambiente nunca debe cesar.

FIN.

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