Tomás y el sabio duende


Había una vez un niño llamado Tomás. Era un niño malo, presumido y egoísta. Siempre quería tener lo mejor de todo y no valoraba las cosas que sus padres le compraban con mucho sacrificio.

Un día, mientras Tomás estaba en la escuela, salió al recreo como de costumbre. Pero ese día fue diferente, porque justo cuando se disponía a jugar con sus amigos, un duende sabio apareció frente a él.

El duende tenía una barba larga y blanca, y llevaba puesto un sombrero puntiagudo. Tenía una mirada sabia y amable que invitaba a confiar en él. "¡Hola, Tomás!", dijo el duende con voz suave pero firme. "He venido para darte algunos consejos importantes".

Tomás levantó una ceja sorprendido por la aparición del duende pero decidió escuchar lo que tenía que decirle.

"Tomás", continuó el duende sabio, "he estado observando tus acciones últimamente y he notado que eres muy egoísta y no valoras lo que tienes. Quiero ayudarte a cambiar eso". Tomás cruzó los brazos sobre su pecho y frunció el ceño. No le gustaba que alguien le dijera qué hacer o cómo comportarse.

"Pero yo tengo todo lo que quiero", respondió Tomás desafiante. "Quizás tengas muchas cosas materiales", dijo el duende sabio, "pero hay algo más importante: aprender a valorarlas". Tomás se quedó pensativo por un momento. Nunca antes había considerado esa idea.

¿Qué significaba realmente valorar algo? El duende explicó: "Valorar significa apreciar y cuidar las cosas que tienes. Significa ser agradecido por lo que te dan tus padres y no darlo por sentado". Tomás se sintió un poco avergonzado al darse cuenta de cómo había estado actuando.

Decidió escuchar con atención los consejos del duende sabio. —"Primero" , dijo el duende, "debes aprender a compartir. Compartir tus juguetes y tu tiempo con los demás te hará sentir bien y hará felices a quienes te rodean".

Tomás asintió lentamente, comenzando a comprender la importancia de la generosidad. —"Luego" , continuó el duende, "debes aprender a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Ayudar es una forma maravillosa de mostrar bondad y gratitud".

Tomás pensó en todas las veces que sus padres lo habían ayudado sin pedir nada a cambio. Se dio cuenta de lo egoísta que había sido al no devolverles ese amor y apoyo.

"Por último", concluyó el duende sabio, "quiero que aprendas a valorarte tú mismo. No solo debes valorar las cosas materiales, sino también tu propio ser. Aprende a amarte tal como eres y sé amable contigo mismo".

Tomás sonrió tímidamente mientras procesaba todo lo que el duende le había enseñado. "Gracias por tus consejos", dijo Tomás sinceramente. "A partir de ahora, trataré de cambiar mi actitud". El duende sabio asintió complacido antes de desaparecer en un destello mágico.

Desde aquel día, Tomás se convirtió en un niño más generoso, amable y agradecido. Comenzó a valorar las cosas que tenía y aprendió a compartir con los demás. Sus padres notaron el cambio en él y se sintieron orgullosos.

Tomás también hizo nuevos amigos en la escuela, ya que su actitud positiva y amigable era contagiosa. Y así, gracias a la sabiduría del duende, Tomás se convirtió en un niño mejor, más feliz y lleno de amor hacia los demás y hacia sí mismo.

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