Tomás y el temblor travieso



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores y risas. Aunque a Tomás le encantaba jugar con sus amigos y explorar los árboles, había algo que le producía un gran miedo: los temblores. Cada vez que la tierra empezaba a moverse, su corazón latía rápido y se sentía muy asustado.

Un día soleado, mientras Tomás jugaba en el parque, comenzó a recordar un temblor que había sentido hace unos semanas. Justo cuando estaba a punto de invitar a sus amigos a jugar, la tierra tembló suavemente, como si alguien la estuviera sacudiendo.

"¡Ay! ¡No!" - gritó Tomás, y se cubrió la cabeza con los brazos, temblando de miedo.

Sus amigos, al ver su reacción, se acercaron rápidamente.

"¿Qué te pasa, Tomás?" - preguntó Clara, una de sus amigas.

"Los temblores me dan mucho miedo. Siento que la tierra se va a romper y no sé qué hacer" - respondió Tomás, con lágrimas en los ojos.

Clara, que siempre había sido muy valiente, le sonrió y le dijo:

"¡No te preocupes! A veces los temblores son solo un pequeño juego de la Tierra. ¡Vamos a aprender juntos sobre ellos!"

Intrigado, Tomás aceptó la propuesta de Clara. Juntos, fueron a buscar a su maestro, el Sr. Sábato, quien siempre tenía historias interesantes y sabía mucho sobre el mundo.

Cuando llegaron a la escuela, el Sr. Sábato los recibió con una sonrisa.

"¿Qué les trae por aquí, mis pequeños exploradores?"

"¡Tomás tiene miedo de los temblores! Queremos aprender más sobre ellos para que no le den miedo" - explicó Clara.

El maestro se arrodilló junto a ellos y les mostró un hermoso mapa del mundo.

"Los temblores son una parte natural de la Tierra, como la lluvia y el viento. Suceden porque las placas tectónicas se mueven, como si la Tierra estuviera haciendo un masaje en su espalda. A veces, puede hacer un poco de ruido, pero no hay nada que temer si sabemos qué hacer" - explicó el Sr. Sábato.

Tomás no podía creer lo que estaba escuchando.

"¿Entonces la Tierra está bien?"

"Sí, Tomás. La Tierra siempre se cuida, pero nosotros tenemos que saber cómo cuidarnos a nosotros mismos. Si algún día hay un temblor, lo mejor es seguir las reglas: acércate a un lugar seguro y protégete. Siéntate, cubre tu cabeza y quédate ahí hasta que pase" - aconsejó el maestro.

Tomás se sintió un poco mejor al escuchar eso.

"¿Y si nunca me vuelve a dar miedo?"

"Con el tiempo, y con un poquito de práctica, te darás cuenta de que ya no le tendrás miedo. Además, siempre estaré aquí para ayudarte cuando lo necesites" - dijo el Sr. Sábato.

Con el tiempo, Tomás decidió hacer un pequeño cartel que decía: "La Tierra juega a temblar, ¡y yo juego a ser valiente!". Lo colgó en su habitación para recordar que la Tierra es su amiga.

Poco a poco, cada vez que temblaba, Tomás se acordaba de las palabras de su maestro y de Clara. Así que, en vez de asustarse, se sentaba en el suelo, protegía su cabeza y esperaba que el temblor pasara.

Un día, mientras estaba en el parque, sintió un temblor más fuerte que los demás. Su corazón empezó a latir rápidamente, pero en vez de correr, se sentó rápidamente en el suelo, cubrió su cabeza con los brazos y repitió: "Soy valiente, soy valiente, soy valiente". Cuando el temblor terminó, se dio cuenta de que no había pasado nada malo, y todo el mundo a su alrededor había hecho lo mismo.

"¡Lo logré!" - gritó Tomás, lleno de felicidad.

Clara se acercó a él, sorprendida.

"¡Lo hiciste, Tomás! ¡Eras muy valiente!"

Tomás sonrió y se dio cuenta de que lo que antes era un gran miedo ahora se había convertido en una aventura. Los temblores, que alguna vez lo asustaron, ahora eran solo parte de la vida.

"¡Gracias, Clara! Gracias, Sr. Sábato, por enseñarme!" - exclamó Tomás con alegría.

Y así, con cada temblor, Tomás añadía un nuevo capítulo a su historia de valentía, y el temblor travieso nunca volvió a asustarlo de la misma manera.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!