Tomás y el Templo de los Leones
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Tomás. Era un chico curioso y aventurero, siempre buscando algo nuevo que descubrir. Un día, mientras exploraba el jardín de su abuela, encontró un viejo mapa escondido entre las hojas de un arbusto. El mapa tenía dibujos de un templo con leones y unas inscripciones misteriosas.
"¡Mirá, abuela! Encuentré un mapa de un templo. ¿Dónde será esto?" - exclamó Tomás emocionado.
"Eso, querido, parece ser un mapa muy antiguo. Podría llevarte a un lugar mágico, pero ten cuidado. Las aventuras a menudo tienen sorpresas" - respondió su abuela, con una sonrisa.
Tomás decidió que tenía que encontrar ese templo. Así que se preparó para la aventura, llenando su mochila con comida, agua y una linterna. Sin pensarlo dos veces, salió hacia el bosque donde el mapa indicaba que estaba el templo.
Mientras caminaba, se encontró con varios animales que le indicaban el camino. Primero, vio a un lindo pajarito.
"Hola, pajarito. ¿Sabés dónde queda el templo de los leones?" - preguntó Tomás.
"Sí, sigue el sendero hasta el arroyo y después gira a la derecha. Pero ten cuidado, porque hay un enigma que debes resolver para entrar" - chirrió el pajarito, agitando sus alas.
"¡Gracias! Lo intentaré!" - respondió Tomás, tomando nota de las instrucciones.
Tomás siguió el sendero, emocionado por la aventura. Al llegar al arroyo, escuchó el murmullo del agua y decidió parar a descansar un momento.
De repente, una rana saltó a su lado.
"¡Hola! No deberías estar aquí jugando" - croó la rana.
"¿Por qué no? Estoy buscando el templo de los leones" - contestó Tomás.
"Cuidado... dentro del templo hay un gran enigma. Solo los más inteligentes pueden pasarlo. ¿Estás listo para eso?" - advirtió la rana.
Tomás sintió un escalofrío de emoción. Ahí estaba, de pie frente a un desafío. Despúes de un rato de caminar, finalmente encontró el templo su imponente entrada.
El templo estaba adornado con esculturas de leones majestuosos. Tomás los admiró, pero al acercarse encontró una puerta cerrada y una inscripción.
"Para entrar a este templo, debes responder a la pregunta que te haré: ¿Qué es más fuerte que el acero, más suave que una pluma y, si lo proteges, se vuelve más fuerte aún?" - decía la inscripción.
Tomás pensó y pensó. Repasó todas las cosas que conocía. De repente, recordó algo que le había dicho su madre.
"¡La amistad!" - gritó, con toda su fuerza. Al pronunciar la respuesta, la puerta del templo comenzó a abrirse lentamente.
"¡Lo lograste!" - dijo la rana, que había seguido a Tomás. "La amistad es efectivamente más fuerte que cualquier metal. Te lo dije, eres más inteligente de lo que crees."
Tomás entró al templo y descubrió un mundo brillante lleno de maravillosas luces, donde los leones de piedra parecían cobrar vida. Había un gran salón en el centro, con más leones que en el exterior.
"¡Bienvenido, valiente visitante!" - rugió uno de los leones, con una gran sonrisa. "Hiciste bien al resolver el enigma. Tu corazón es puro y tu espíritu aventurero. Aquí, la amistad y la valentía son los mayores tesoros."
Tomás sonrió y se sintió orgulloso.
"Nunca pensé que esto sería tan emocionante. ¡Quiero ayudar a otros a encontrar sus propios tesoros!"
Así fue como, al salir del templo, Tomás se llevó consigo una lección invaluable: amistad y valentía son siempre las claves para abrir las puertas de cualquier aventura. Desde ese día, no solo se convirtió en un gran aventurero, sino también un amigo leal, llevando a otros a descubrir la magia del mundo que lo rodeaba.
Y así, Tomás regresó a su casa, con su corazón lleno de alegría, listo para compartir su historia con su abuela y planear su próxima aventura.
FIN.