Tomás y el tesoro natural


Había una vez una pareja de abuelos muy amorosos que vivían en la hermosa ciudad de Serena junto a su nieto, Tomás. Los abuelos eran muy divertidos y siempre encontraban la manera de enseñarle cosas nuevas a Tomás.

Un día, mientras estaban todos juntos en el living viendo su programa favorito en la televisión, algo inesperado ocurrió. El gato de la familia, llamado Pelusa, entró corriendo rápidamente al hogar.

Había estado jugando afuera cuando casi lo atropella un auto y asustado salió corriendo hacia adentro. Por desgracia, en su prisa por escapar del peligro, Pelusa chocó contra el mueble donde estaba ubicada la televisión y esta terminó cayendo al suelo rompiéndose en mil pedazos.

Todos se quedaron sorprendidos y tristes por lo que había pasado. La abuela decidió tomar las riendas de la situación y convertirlo en un momento educativo para Tomás.

Se sentaron todos juntos en el sofá mientras ella comenzaba a contar una anécdota de su infancia en Freirina, un pequeño pueblo cercano. "Tomás, ¿sabías que cuando era niña no teníamos televisión?"- dijo la abuela con una sonrisa traviesa.

El niño levantó sus ojos curiosos hacia ella y preguntó: "¿En serio? ¿Cómo hacían para entretenerse entonces?"La abuela continuó relatando: "Bueno, querido nieto, nosotros solíamos pasar mucho tiempo afuera jugando con nuestros amigos. No teníamos videojuegos ni programas de televisión, pero eso no nos impedía divertirnos y aprender cosas nuevas.

"Tomás se mostró intrigado y preguntó: "¿Y qué tipo de juegos jugaban?"La abuela rió suavemente y respondió: "¡Oh, tantos! Jugábamos a las escondidas, al pilla-pilla, inventábamos historias y representábamos obras de teatro.

También solíamos explorar la naturaleza que nos rodeaba, íbamos a los ríos a pescar o simplemente nos sentábamos en el campo para disfrutar del aire fresco y contemplar las estrellas. "Los ojos de Tomás brillaron con emoción mientras imaginaba todas esas aventuras.

La abuela continuó diciendo: "Lo más importante, querido nieto, es que aprendimos el valor de la amistad y el juego en equipo. Aprendimos a compartir, respetarnos mutuamente y a cuidar del medio ambiente.

"Tomás reflexionó sobre lo que había escuchado y dijo: "Abuela, creo que quiero jugar más afuera como tú lo hacías cuando eras niña. ¡Suena muy divertido!"Los abuelos sonrieron emocionados ante la respuesta del pequeño.

A partir de ese día, Tomás comenzó a pasar más tiempo al aire libre junto con sus amigos. Descubrió nuevos juegos e incluso encontraron un río cercano donde podían pescar juntos.

Poco a poco, la tristeza por la televisión rota se convirtió en una oportunidad para crear recuerdos maravillosos al igual que los que tenía la abuela en Freirina. Así fue como Tomás aprendió que la diversión no siempre viene de una pantalla, sino del contacto con la naturaleza y del tiempo compartido con las personas que amamos.

Y cada vez que veía un televisor, recordaba la historia de su abuela y sonreía, sabiendo que siempre habría aventuras esperándolo fuera de casa.

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