Tomás y la aventura en el colegio


Había una vez un niño llamado Tomás que estaba muy emocionado porque al día siguiente sería su primer día de clases en la escuela. Desde temprano, empezó a prepararse para ese gran momento.

Tomás se levantó con el sol y se vistió con su uniforme escolar. Se miró en el espejo y sonrió nervioso, pensando en todas las aventuras que viviría ese día. Bajó corriendo las escaleras y encontró a su mamá preparándole el desayuno.

"¡Buenos días, mamá! ¿Estoy listo para mi primer día de clases?" -preguntó Tomás emocionado. Su mamá le sonrió tiernamente y le dijo: "Por supuesto que estás listo, Tomás. Será un día maravilloso lleno de aprendizaje y diversión.

"Después de desayunar, Tomás agarró su mochila nueva y salió rumbo a la escuela junto a su mamá. Mientras caminaban por la calle, Tomás observaba todo con curiosidad: los árboles, los autos, e incluso saludaba a los vecinos que pasaban por allí.

Al llegar a la escuela, Tomás sintió un nudo en el estómago. Miraba a todos lados buscando caras conocidas entre sus futuros compañeros de clase. De repente, vio a un niño con cara amigable acercarse hacia él.

"Hola, soy Martín. ¿Eres nuevo aquí?" -preguntó el niño con una sonrisa cálida. Tomás asintió tímidamente y respondió: "Sí, soy Tomás. Es mi primer día.

"Martín lo tomó de la mano y juntos entraron al salón de clases donde los esperaba la maestra Ana. La maestra les dio la bienvenida y les explicó cómo sería el año escolar.

Durante el recreo, Martín presentó a Tomás con sus otros amigos y juntos jugaron en el patio hasta que sonó la campana para volver al salón de clases. El día pasaba volando entre actividades educativas y juegos divertidos.

Al finalizar las clases, Tomás se sentía feliz y emocionado por todo lo que había vivido en su primer día de clases. Al regresar a casa, su mamá lo esperaba ansiosa para saber cómo le fue en la escuela. Tomás no paraba de contarle todas las anécdotas del día con entusiasmo mientras cenaban juntos.

"¿Y entonces qué hiciste después?", preguntaba su mamá intrigada. "¡Jugamos fútbol en el recreo! ¡Y también aprendí nuevas palabras en matemáticas!", contaba Tomás emocionado.

Esa noche, antes de dormir, Tomás cerró los ojos con una sonrisa dibujada en su rostro sabiendo que había vivido uno de los mejores días de su vida. Estaba ansioso por despertar al otro día para seguir aprendiendo y divirtiéndose en la escuela junto a sus nuevos amigos.

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