Tomás y la Aventura en el Parque



Era un hermoso día de sol cuando Tomás decidió ir al parque. Con su mochila a cuestas y su pelota, salió de casa emocionado. Mientras caminaba por el sendero, imaginaba todas las cosas divertidas que podía hacer.

"Hoy va a ser un día increíble", pensó Tomás mientras apuraba el paso. Al llegar al parque, vio a su amiga Ana, que estaba jugando con una brillante cometa que danzaba en el aire.

"¡Hola, Ana!", gritó Tomás, corriendo hacia ella.

"¡Hola, Tomás! ¿Querés ver mi cometa volar?", respondió Ana, sonriendo.

Juntos miraron cómo la cometa subía alto, batiendo sus colores vibrantes contra el cielo.

"¡Es impresionante!", exclamó Tomás.

"¡Sí! Ahora es tu turno de volar!", dijo Ana mientras le pasaba el hilo. Tomás tomó el control y pronto la cometa ascendió aún más.

Pero, de repente, un viento fuerte sopló. La cometa empezó a tambalearse.

"¡No, no!", gritó Ana.

Tomás, usando toda su fuerza, hizo lo que pudo para ayudar. Finalmente, con un último esfuerzo, la cometa se estabilizó. Ambos rieron, aliviados y felices.

"¡Lo hicimos!" dijo Tomás entusiasmado.

"Sí, pero ahora necesito un descanso. Vamos a jugar en los columpios", sugirió Ana.

"¡Genial!", respondió Tomás. Corrieron hacia los columpios, y aunque no eran los más altos del parque, se divertían como si estuvieran en el cielo.

"¡Más alto! ¡Más alto!", gritaba Ana, mientras Tomás empujaba.

"¡Voy a tocar las nubes!", respondió, lleno de alegría. Después de unos minutos, se cansaron y decidieron escalar la resbaladera.

"¡Primero yo!", dijo Tomás mientras se deslizaba rápido.

"¡Yo también!", gritó Ana, siguiéndolo. Ambos reían mientras se deslizanaba, disfrutando de la brisa fresca. Al final del día, un poco cansados pero muy contentos, se sentaron bajo un árbol grande y disfrutaron de una manzana que habían traído.

"¡Qué día tan divertido tuvimos!" dijo Tomás mientras mordía la manzana.

"Sí, me encantó jugar con vos", respondió Ana, sonriendo.

"¡Vamos a venir mañana otra vez!", propuso Tomás.

"¡Sí! Así podemos volar la cometa y jugar más juntos", dijo Ana, con entusiasmo.

Tomás, con su corazón lleno de felicidad, volvió a casa caminando despacio, recordando cada momento del día. Había aprendido que la verdadera diversión no estaba solo en los juegos, sino en compartir esos momentos con un amigo.

Así fue como Tomás entendió que el parque no solo era un lugar, sino una fuente de aventuras y sonrisas compartidas. ¡No podía esperar para regresar!

Ese era el poder de la amistad, y un simple día en el parque había hecho que se sintiera más feliz que nunca.

FIN.

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