Tomás y la búsqueda del hogar perdido


Había una vez un chico llamado Tomás, de 12 años, que se adentró en un bosque cercano a su casa.

Él era muy curioso y siempre había querido explorar ese bosque, pero sus padres le habían advertido que era peligroso y que no debía ir solo. Sin embargo, Tomás se sentía valiente y decidió aventurarse. Mientras caminaba por el bosque, se dio cuenta de que había perdido el camino de regreso a casa.

Intentó volver sobre sus pasos, pero todo parecía igual y no lograba reconocer nada. Fue entonces cuando comenzó a sentir miedo y a llorar. De repente, escuchó una risa extraña detrás de él.

Se giró rápidamente para ver quién estaba allí, pero no vio a nadie. Entonces escuchó otra risa más fuerte y esta vez pudo distinguir la figura de un pequeño duende que lo observaba desde detrás de un árbol. "¿Quién eres tú?" preguntó Tomás con asombro.

"Soy Tito", respondió el duende mientras salía lentamente detrás del árbol. Tomás nunca había visto algo así antes. El pequeño ser tenía orejas puntiagudas y una nariz muy grande.

Además llevaba puesto un sombrero rojo con una pluma verde en la punta. "¿Qué haces aquí?" preguntó Tomás aún sorprendido por lo que veía. "Este es mi hogar", respondió Tito con orgullo. "Pero veo que tú estás perdido".

Tomás explicó su situación al duende quien le ofreció ayuda para encontrar el camino de regreso a casa. Sin embargo, para hacerlo debían atravesar el bosque juntos y eso significaba que Tomás tendría que conocer a más personajes extraños.

Pronto, se encontraron con una hada llamada Luna que les ayudó a iluminar su camino con su varita mágica. También conocieron a un grupo de ardillas amigables que les ofrecieron frutas del bosque para comer y un búho sabio que les dio consejos sobre cómo sobrevivir en la naturaleza.

Pero no todo era color de rosa en ese bosque. También se encontraron con criaturas peligrosas como un lobo hambriento y un troll malhumorado. Afortunadamente, Tito, Luna y las ardillas lograron proteger a Tomás y juntos pudieron seguir avanzando.

Después de varias horas caminando, finalmente llegaron al borde del bosque donde Tomás reconoció el camino hacia su casa. Se despidió de sus nuevos amigos prometiendo volver algún día para visitarlos.

A partir de ese día, Tomás aprendió una valiosa lección sobre la importancia de pedir ayuda cuando lo necesitamos y sobre la amistad inesperada que podemos encontrar en los lugares más insospechados.

Y aunque nunca volvió a perderse en ese bosque otra vez, siempre recordaría esa aventura como una experiencia única e inolvidable.

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