Tomás y la cima del desafío


Había una vez un niño llamado Tomás, a quien le encantaba escalar. Desde pequeño había sentido una fascinación especial por las alturas y siempre buscaba la manera de trepar a los árboles más altos del parque.

Un día, después de la escuela, Tomás decidió ir al muro de escalada que estaba cerca de su casa.

Se cambió rápidamente de ropa, se puso unos shorts y una polera cómoda, y esperó ansioso hasta las 17: 00 horas para poder ir al muro. Al llegar al lugar, se encontró con su amigo Lucas, quien también disfrutaba de escalar. Juntos se pusieron sus arneses y cascos, listos para comenzar la aventura.

El instructor les explicó las medidas de seguridad y les mostró las diferentes rutas que podían seguir en el muro. Tomás estaba emocionado por empezar a escalar. Subió con destreza por las primeras paredes, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

Cada vez que alcanzaba la cima de una ruta, una sensación de logro invadía su corazón. - ¡Vamos Tomás, tú puedes hacerlo! -animaba Lucas desde abajo mientras lo veía ascender con determinación.

Tomás se esforzaba al máximo en cada movimiento, concentrándose en cada agarre y pisada. A pesar del cansancio que empezaba a sentir en sus brazos y piernas, no se daba por vencido. Sabía que debía superar sus propios límites para llegar más alto.

Después de varias horas escalando, el sol comenzó a ocultarse en el horizonte. Tomás decidió intentar una ruta más difícil antes de terminar el día. Concentrado y enfocado en su objetivo, inició el ascenso hacia la cima del muro.

Con cada paso que daba hacia arriba, sentía cómo su confianza crecía junto con él. Finalmente llegó a la cima y alzó los brazos en señal de victoria. La emoción invadió su ser mientras contemplaba la vista desde lo alto del muro.

- ¡Lo lograste Tomás! ¡Eres un verdadero campeón! -exclamó Lucas emocionado desde abajo. Tomás sonrió con orgullo sabiendo que había superado sus propios límites y alcanzado nuevas alturas literalmente. Descendió lentamente disfrutando cada momento vivido durante esa tarde inolvidable de escalada.

Desde ese día, Tomás siguió practicando escalada regularmente; no solo porque le gustara sino también porque había descubierto que era capaz de enfrentar desafíos difíciles si ponía todo su esfuerzo y dedicación en ello.

Y así fue como Tomás aprendió que con determinación y valentía podía alcanzar cualquier meta que se propusiera en la vida.

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