Tomás y la fuerza de la amistad inclusiva


En una escuela muy especial, donde todos los niños eran diferentes pero se aceptaban y querían tal como eran, había un niño llamado Tomás.

Tomás tenía una discapacidad visual leve que le dificultaba ver las cosas con claridad, pero eso no le impedía ser curioso, inteligente y lleno de energía. Un día, la profesora Laura decidió plantear algunas ideas para que Tomás pudiera participar más activamente en clase.

Le pidió a sus compañeros que lo ayudaran a ubicarse en el aula, que le describieran las imágenes de los libros o que le explicaran lo que sucedía en los videos educativos.

Los compañeros de Tomás, al principio un poco nerviosos por no saber cómo actuar con él, pronto descubrieron lo divertido y enriquecedor que era tenerlo entre ellos. Todos se esforzaron por hacerlo sentir cómodo y parte del grupo. "-Tomás, ¿qué ves en esta imagen?", preguntaba María mientras señalaba el pizarrón.

"-Parece un árbol grande con muchas hojas verdes", respondió Tomás con entusiasmo. Con el tiempo, la amistad entre Tomás y sus compañeros creció cada vez más fuerte. Juntos formaban un equipo inseparable: compartían risas, aprendizajes y aventuras durante el recreo.

Incluso organizaron una obra de teatro donde cada uno tenía su papel especial: María describía escenas para Tomás mientras Juan actuaba y Pablo diseñaba los decorados. Un día llegó un desafío inesperado: la escuela participaría en un concurso de talentos intercolegial.

Todos estaban emocionados pero también preocupados por cómo incluir a Tomás en la presentación. Fue entonces cuando surgió una idea brillante: crear una coreografía basada en sonidos y movimientos para que todos pudieran participar sin importar sus habilidades visuales.

Los ensayos comenzaron con entusiasmo y dedicación. Cada uno aportaba su creatividad e ingenio para hacer de la presentación algo único e inolvidable.

El día del concurso finalmente llegó y el auditorio estaba repleto de espectadores ansiosos por ver las actuaciones. Cuando les tocó salir al escenario, los nervios se transformaron en emoción pura. La música empezó a sonar y todos se movieron al compás de los sonidos como si fueran uno solo.

Los aplausos resonaron al terminar su presentación; habían logrado transmitir alegría, inclusión y trabajo en equipo. Al finalizar el evento, recibieron el primer premio no solo por su talento sino también por demostrar que juntos podían superar cualquier obstáculo.

Ese día quedó marcado en sus corazones como una experiencia inolvidable donde la diversidad fue celebrada y la amistad triunfó sobre todas las barreras.

Desde entonces, Tomás siguió asistiendo felizmente a su escuela inclusiva donde siempre era acogido con cariño y respeto por sus amigos y maestros. Y así continuaron viviendo nuevas aventuras juntos porque sabían que juntos eran invencibles.

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