Tomás y la fuerza de la empatía



En una escuela de un pequeño pueblo, había un niño llamado Tomás que siempre se sentía triste porque sus compañeros de clase lo molestaban constantemente. Le decían que era torpe, feo y que no sabía hacer nada bien.

Esto hacía que Tomás se sintiera muy mal y pasara los recreos solo, sin poder disfrutar como los demás niños.

Un día, durante el recreo, mientras Tomás estaba sentado en un rincón del patio con la mirada perdida en el suelo, llegaron tres niños de su clase: Martín, Sofía y Juan. Ellos solían ser los que más se burlaban de Tomás, pero esta vez traían algo diferente en sus manos.

"Tomás, ¿podemos hablar contigo un momento?", dijo Martín tímidamente. Tomás levantó la cabeza sorprendido por la actitud amable de sus compañeros. "¿Qué quieren?", preguntó desconfiado. Sofía le extendió una hoja de papel con dibujos coloridos.

Eran imágenes que representaban valores como la amistad, la empatía y la solidaridad. "Queremos pedirte disculpas por haberte hecho sentir mal", dijo Juan avergonzado. "Nos dimos cuenta de que estuvimos actuando mal contigo y queremos cambiar". Tomás no podía creer lo que estaba escuchando.

Nunca antes habían mostrado interés en él de esa manera. "¿De verdad están arrepentidos?", preguntó Tomás con cautela.

Los tres asintieron con sinceridad y le pidieron a Tomás que los ayudara a pegar esas imágenes por todo el colegio para recordarles a todos la importancia de tratar bien a los demás. Tomás aceptó colaborar con ellos y juntos recorrieron cada rincón del colegio colocando las imágenes en lugares visibles para todos.

A medida que iban trabajando juntos, Martín, Sofía y Juan le contaron a Tomás sobre cómo habían reflexionado acerca de sus acciones y cómo querían ser mejores personas a partir de ese momento. Al finalizar la jornada, todos los niños del colegio observaron las nuevas decoraciones con curiosidad.

Algunos se detenían a leer las frases inspiradoras mientras otros comentaban sobre lo bonitas que eran las ilustraciones. Desde ese día, algo cambió en la dinámica del colegio.

Los niños empezaron a mostrar más empatía entre ellos, a cuidarse mutuamente y a respetar las diferencias. Y Tomás ya no volvió a sentirse solo o triste porque Martín, Sofía y Juan se convirtieron en sus amigos verdaderos, demostrándole así que siempre hay espacio para reflexionar sobre nuestros actos y cambiar para mejor.

Juntos aprendieron una valiosa lección: nunca es tarde para rectificar el rumbo y construir un ambiente escolar basado en el respeto y la amistad sincera.

FIN.

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