Tomás y la Luz de sus Sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo, un niño llamado Tomás Alba Edison. Tomás era un niño curioso, siempre tenía preguntas en su mente. Pero había un pequeño problema: en la escuela, sus notas eran muy malas. Un día, mientras jugaba con un reloj destrozado en el garage de su casa, su madre lo vio y se acercó.

-Mamá, no entiendo por qué no puedo aprender como los demás -dijo Tomás, algo desanimado.

-No te preocupes, hijo. A veces, la escuela no encuentra la forma de enseñarte, pero vos podés aprender de muchas maneras. ¿Qué te parece si empezamos a aprender juntos en casa? -respondió su madre con una sonrisa.

Tomás se iluminó, como si una bombilla se encendiera en su cabeza. Así que, todos los días después de la escuela, su mamá lo ayudaba a descubrir cosas nuevas. Juntos a veces se ponían a hacer experimentos en la cocina, como mezclar bicarbonato con vinagre para hacer una pequeña explosión de burbujas.

-¡Mirá, mamá! ¡Hicimos un volcán! -gritaba Tomás, riendo a carcajadas.

Con el tiempo, la madre de Tomás descubrió que su hijo tenía un gran interés por la electricidad. Comenzaron a leer libros sobre inventores y cómo funcionaban los aparatos. Un día, mientras miraban un libro antiguo, Tomás vio un dibujo de una lámpara.

-¿Y si pudiera inventar una lámpara que no se apague nunca? -preguntó emocionado.

-Suena como un gran desafío, Tomás. ¿Por qué no lo intentas? -dijo su madre, apoyando su idea.

Tomás empezó a idear su plan. Juntó piezas de electrodomésticos viejos y, tras mucho esfuerzo y algunas decepciones, un día logró encender una lámpara.

-¡Lo logré, mamá! ¡Mirá! -exclamó Tomás, iluminando la habitación.

Sin embargo, el camino no fue fácil. En una de sus noches de experimentación, accidentalmente dejó caer un frasco de vidrio que se hizo añicos.

-Oh no, ¿qué voy a hacer ahora? -se lamentó Tomás.

-Calma, hijo. Esto es parte del proceso de aprender. Lo importante es que sigas intentándolo, no te desanimes -le aconsejó su mamá cariño.

Tomás tomó un profundo respiro y decidió que no se daría por vencido. Cada fracaso era una oportunidad para aprender. Con el apoyo de su madre, continuó explorando y creando nuevos inventos.

Un día, se enteró de una competencia de inventores en la escuela. Con gran emoción, decidió participar con su lámpara. El día del evento, se sentía nervioso, pero confiado. Presentó su invento ante un grupo de espectadores.

-Buenas tardes, voy a mostrarles mi lámpara que brilla sin parar -dijo en voz alta.

Conectó su lámpara y, para su sorpresa, todos comenzaron a aplaudir. La jueza del concurso, una inventora famosa, se acercó a él.

-¿Cuántos años tenés? ¡Esto es increíble! -preguntó.

-¡Tengo diez! -contestó orgulloso.

Al final de la competencia, el jurado decidió que Tomás sería el ganador del primer premio.

-Esto es solo el comienzo, Tomás. No dejes que los fracasos te detengan. -dijo su madre mientras lo abrazaba.

Y así, Tomás, el niño de las malas notas, creció para convertirse en uno de los inventores más grandes de la historia. Aprendió que, con creatividad y perseverancia, los sueños pueden brillar más que una lámpara.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Cada día es una nueva oportunidad para aprender y hacer brillar nuestras ideas, como una lámpara que nunca se apaga.

FIN.

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