Tomás y la magia del movimiento



Había una vez un niño llamado Tomás, a quien le encantaba mirarse al espejo y presumir de su físico.

Pasaba horas frente al espejo admirando sus músculos y pensando que era el más fuerte de todos los chicos de su edad. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, vio a un grupo de niños practicando diferentes actividades físicas: fútbol, baloncesto, atletismo y hasta yoga.

Tomás se acercó para ver qué estaban haciendo y se quedó impresionado por la destreza y habilidad de cada uno de ellos. "¡Wow! ¡Qué geniales son todas esas actividades! Debería probar alguna", exclamó Tomás emocionado.

Sus amigos lo animaron a unirse a ellos, pero Tomás no estaba acostumbrado a hacer ejercicio por diversión o para mejorar su salud; solo lo hacía para verse bien. Aun así, decidió probar algo nuevo y eligió participar en una clase de atletismo. Al principio le costó mucho seguir el ritmo de los demás niños.

Se cansaba rápido y no lograba correr tan rápido como ellos. Sin embargo, la instructora notó su esfuerzo y dedicación, y decidió ayudarlo.

"Tomás, lo importante no es ser el más fuerte o el más rápido, sino disfrutar lo que haces y dar lo mejor de ti mismo", le dijo la instructora con una sonrisa. Estas palabras resonaron en la mente de Tomás.

Comenzó a cambiar su mentalidad y en lugar de enfocarse solo en su físico, se propuso disfrutar del ejercicio y superarse día a día. Poco a poco fue mejorando en sus habilidades atléticas e incluso empezó a participar en competencias locales.

Un día, durante una carrera importante en la que Tomás estaba compitiendo contra otros niños muy talentosos, tropezó y cayó al suelo. Todos los espectadores contuvieron el aliento temiendo lo peor.

Sin embargo, para sorpresa de todos, Tomás se levantó rápidamente con determinación en los ojos y continuó corriendo hacia la meta. A pesar de haber perdido tiempo por la caída, Tomás logró alcanzar a los demás competidores y cruzar la meta en primer lugar.

Fue ovacionado por todos los presentes no solo por su victoria, sino por su actitud valiente y perseverante.

Desde ese día, Tomás entendió que hacer ejercicio no solo se trataba de lucir bien físicamente; también era una forma de superarse a sí mismo, disfrutar del movimiento y mantenerse sano tanto por dentro como por fuera. Y así fue como el niño que había aprendido a hacer ejercicio por vanidad descubrió el verdadero valor del deporte: una herramienta poderosa para fortalecer cuerpo y mente mientras se divierte junto a otros.

FIN.

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