Tomás y la mariposa mágica


Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo.

Tomás era conocido por ser un niño muy alegre y divertido, pero tenía un problema: cuando se enojaba, perdía completamente el control y soltaba gritos tan fuertes que asustaban a todos. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Tomás tropezó y se lastimó la rodilla. El dolor fue tan intenso que no pudo evitar enfadarse y comenzó a gritar desesperadamente.

Sus amigos se asustaron tanto que salieron corriendo del parque. Tomás se quedó solo, llorando y gritando sin control. De repente, apareció una mariposa de colores brillantes frente a él.

La mariposa parecía hablarle con su mirada tranquila y pacífica. "¿Por qué estás tan enojado, Tomás?"- preguntó la mariposa suavemente. "¡Me lastimé la rodilla! ¡Duele mucho!"- respondió Tomás entre sollozos.

La mariposa voló alrededor de él mientras le explicaba algo muy importante: "Tomás, sé que te duele mucho, pero gritar no va a solucionar nada. En lugar de eso, podrías intentar respirar profundamente y contar hasta diez para calmarte". Tomás escuchó atentamente las palabras de la mariposa y decidió darle una oportunidad.

Respiró profundamente varias veces mientras contaba lentamente hasta diez. Para su sorpresa, el dolor empezó a disminuir poco a poco. Se dio cuenta de que los gritos solo habían empeorado las cosas antes, pero ahora se sentía mucho mejor.

Tomás agradeció a la mariposa por su sabio consejo y prometió intentar controlar su enojo en el futuro. Desde ese día, cada vez que se sentía enfadado, Tomás recordaba respirar profundamente y contar hasta diez.

Con el tiempo, Tomás aprendió a manejar sus emociones de manera más saludable. Ya no soltaba gritos descontrolados cuando estaba molesto, sino que buscaba otras formas de expresarse sin hacer daño a los demás.

Un día, mientras jugaba con sus amigos nuevamente en el parque, uno de ellos tropezó y se lastimó la mano. Todos estaban asustados y no sabían qué hacer, excepto Tomás. En lugar de gritar como antes, él se acercó al niño herido y le ofreció ayuda.

"Tranquilo amigo, sé cómo te sientes. Vamos a respirar juntos y contar hasta diez para calmarnos"- dijo Tomás tranquilamente. Sus amigos siguieron su ejemplo y todos juntos respiraron profundamente mientras contaban hasta diez.

La magia ocurrió: el dolor del niño herido comenzó a disminuir rápidamente. A partir de ese momento, Tomás comprendió que había encontrado una forma valiosa de ayudar a los demás mediante su experiencia personal.

Se convirtió en un gran apoyo para sus amigos cuando necesitaban calmar sus emociones negativas. Y así fue como Tomás aprendió que no importa cuán grande sea nuestro enojo o frustración; siempre hay una manera pacífica de enfrentarlo sin lastimar a nadie más.

A veces solo necesitamos tomar un respiro profundo, contar hasta diez y encontrar la calma dentro de nosotros mismos.

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