Tomás y los dinosaurios sin cabeza perdidos
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas.
Todos los días, Tomás caminaba por un sendero entre la niebla para llegar a su escuela, disfrutando del aire fresco y los sonidos de la naturaleza. Una mañana, mientras caminaba por el sendero habitual, la niebla era más densa de lo normal. De repente, entre la neblina, vio unas sombras extrañas y enormes.
Al acercarse, se dio cuenta de que eran dinosaurios sin cabeza. ¡Qué sorpresa tan grande! Los dinosaurios sin cabeza parecían confundidos y perdidos. Tomás sintió compasión por ellos y decidió ayudarlos. Se acercó con cuidado y les preguntó cómo podía asistirles.
"Hola amigos dinosaurios, ¿necesitan ayuda?" -preguntó Tomás con voz amable. Los dinosaurios sin cabeza movieron sus cuerpos inquietos e hicieron sonidos extraños como si estuvieran agradeciendo la ayuda.
Tomás recordó una lección sobre los dinosaurios en clase y sabía que tenían hábitos migratorios. Así que decidió guiar a los dinosaurios hacia el camino correcto para que pudieran encontrar su camino de regreso a casa.
Durante el camino, Tomás les contó historias sobre su pueblo y les mostró plantas comestibles para que pudieran alimentarse. Los dinosaurios sin cabeza parecían entenderlo todo gracias a gestos amigables del niño. Después de un largo viaje juntos, finalmente llegaron al borde del bosque donde los dinosaurios reconocieron el camino hacia su hogar.
Con lágrimas en sus ojos (¡sí! Los dinos también lloraban), se despidieron de Tomás con gestos afectuosos y gratitud. "Gracias pequeño amigo humano", murmuraron los dinosaurios sin cabeza mientras se alejaban lentamente hacia su destino.
Tomás observó cómo desaparecían entre los árboles con una sonrisa en su rostro sintiéndose feliz por haber ayudado a unos seres tan especiales como aquellos gigantes prehistóricos.
Desde ese día en adelante, cada vez que veía niebla en el sendero hacia la escuela, recordaba la increíble aventura que vivió junto a los dinosaurios sin cabeza y cómo logró ayudarlos a encontrar su camino de regreso a casa gracias a su bondad y valentía.
Y así fue como Tomás aprendió una gran lección: nunca subestimes tu capacidad para hacer una diferencia, incluso cuando te encuentres con situaciones inesperadas o desafiantes en tu camino.
FIN.