Tomás y los monstruos del espacio



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Tomás. Tomás era un niño muy valiente y aventurero, siempre buscaba emociones nuevas y no le tenía miedo a nada.

Pero había algo que lo atormentaba todas las noches: el terror cansador por los monstruos aliens.

Cada noche, cuando llegaba la hora de dormir, Tomás se metía en su cama y cerraba los ojos, pero en lugar de quedarse tranquilo y dormirse, su imaginación comenzaba a jugarle malas pasadas. Se imaginaba que unos monstruos aliens salían de debajo de su cama y lo perseguían por toda la habitación. "¡Ayuda! ¡Monstruos aliens!"- gritaba Tomás mientras corría asustado.

Sus padres venían corriendo a consolarlo pero no sabían cómo ayudarlo. Intentaron contarle historias bonitas antes de dormir, ponerle música relajante e incluso dejar una luz encendida para ahuyentar a los monstruos aliens. Pero nada parecía funcionar.

Un día, mientras caminaban por el parque del pueblo, Tomás vio a un perro jugando con una pelota. El perro saltaba y corría felizmente sin tener miedo de nada. Tomás se acercó al dueño del perro para preguntarle cómo hacía para ser tan valiente.

"Hola señor ¿Cómo hace su perro para ser tan valiente?"- preguntó curioso Tomás. El señor sonrió y le respondió: "Mi perro es valiente porque confía en sí mismo y sabe que puede superar cualquier obstáculo".

Tomás pensó durante un momento y decidió que él también quería ser valiente como el perro. Entonces, se propuso enfrentar a sus miedos y vencer al terror cansador por los monstruos aliens.

Esa noche, cuando llegó la hora de dormir, Tomás se acostó en su cama y cerró los ojos. Pero esta vez, en lugar de dejarse llevar por el miedo, imaginó que tenía una espada mágica que podía derrotar a cualquier monstruo alien.

"¡Soy valiente! ¡No tengo miedo!"- gritaba Tomás mientras blandía su espada imaginaria. De repente, los monstruos aliens empezaron a desvanecerse frente a sus ojos. Se dio cuenta de que no eran más que producto de su imaginación.

Desde ese día, Tomás durmió tranquilo y ya no tuvo más terror cansador por los monstruos aliens. Tomás aprendió que el valor no significa no tener miedo, sino enfrentarlo y superarlo. Además, descubrió lo poderosa que puede ser la imaginación para cambiar las cosas.

A partir de ese momento, Tomás se convirtió en un niño aún más valiente y aventurero. Compartió su historia con otros niños del pueblo para ayudarlos a vencer sus propios miedos y juntos vivieron muchas aventuras emocionantes.

Y así fue como Tomás aprendió que dentro de cada uno hay un héroe dispuesto a luchar contra cualquier temor.

FIN.

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