Tomás y los zorros unidos
Había una vez un gato llamado Tomás que tenía un don especial: podía volar. Todos los días, Tomás surcaba el cielo con sus alas felinas y disfrutaba de las vistas desde lo alto.
Pero un día, mientras volaba despreocupadamente, una ráfaga de viento lo desequilibró y cayó en picada hacia el suelo. Tomás aterrizó con un gran estruendo en medio de una aldea repleta de zorros.
Los zorros se asustaron al ver a aquel extraño gato volador y comenzaron a rodearlo con curiosidad. El líder de la aldea, Filipo, decidió acercarse para saber qué había ocurrido. "¡Hola! ¿Quién eres tú?", preguntó Filipo con cautela.
"Soy Tomás, un gato volador", respondió el pequeño felino mientras trataba de levantarse del suelo. Los zorros se miraron entre sí y empezaron a murmurar sorprendidos. Nunca habían visto algo así antes.
Filipo decidió ayudar a Tomás a ponerse de pie y le ofreció refugio en la aldea hasta que pudiera recuperarse. Con el paso del tiempo, Tomás fue aceptado por los zorros como uno más de ellos. Aprendió sus costumbres y compartió sus habilidades para cazar ratones en la noche.
Pronto se convirtió en un miembro valioso de la comunidad. Un día, mientras exploraban el bosque cercano, escucharon unos gritos desesperados provenientes del río. Rápidamente corrieron hacia allí y encontraron a una familia de patitos en peligro de ahogarse.
Sin pensarlo dos veces, Tomás se lanzó al agua y rescató a los patitos uno por uno. Los zorros quedaron maravillados con la valentía y generosidad de su amigo felino.
A partir de ese día, todos aprendieron que no importa cuán diferentes sean, siempre pueden ayudarse unos a otros. Un mes después, cuando el gato volador se recuperó por completo, decidió decirle adiós a sus amigos zorros. Sabía que era hora de regresar a su hogar en lo alto del cielo.
"Gracias por todo lo que han hecho por mí", dijo Tomás con gratitud. "Nunca olvidaré nuestra amistad". Los zorros se despidieron con tristeza pero comprendieron que era el momento adecuado para dejarlo ir.
Después de todo, ahora tenían un nuevo lema: "La amistad es eterna aunque los caminos se separen". Tomás volvió a surcar los cielos y nunca olvidó la increíble experiencia vivida en la aldea de los zorros.
Ahora entendía que las diferencias no deben ser obstáculos para forjar amistades verdaderas y que cada uno tiene habilidades únicas para compartir con el mundo. Desde aquel día, Tomás siguió visitando la aldea ocasionalmente para contar historias emocionantes sobre sus aventuras como gato volador.
Y así, tanto los zorros como Tomás demostraron al mundo entero que juntos pueden lograr cosas maravillosas sin importar las diferencias.
FIN.