Tomás y Pepe, amigos bajo el mar



se acercó lentamente a los peces amarillos, con su boca abierta y mostrando sus afilados dientes. Los peces, al ver al tiburón acercarse, se asustaron mucho y comenzaron a nadar en todas direcciones para escapar.

Pero uno de los peces amarillos, llamado Pepe, no pudo nadar lo suficientemente rápido y fue atrapado por el tiburón. El pobre Pepe estaba muy asustado y pensaba que su fin había llegado.

Sin embargo, en lugar de comérselo de inmediato, el tiburón decidió hablar con Pepe. "Hola pequeño pez amarillo", dijo el tiburón con una sonrisa en su rostro. "Me llamo Tomás y me doy cuenta de que te he asustado mucho". Pepe miró alrededor confundido.

Nunca antes había visto a un tiburón tan amable como Tomás. "¿Por qué no me comes?", preguntó Pepe tembloroso.

"Bueno" , respondió Tomás mientras soltaba a Pepe, "he estado observándote jugar con tus amigos y me di cuenta de algo importante: la diversión y la alegría no tienen límites ni fronteras". Pepe se quedó perplejo ante las palabras del tiburón. "¿A qué te refieres?", preguntó curioso.

Tomás explicó: "Verás, durante mucho tiempo he sido conocido como el tiburón más feroz del océano porque eso es lo que todos esperan de mí. Pero hoy aprendí algo valioso contigo: cada uno puede ser quien quiera ser sin importar cómo nos vean los demás".

Pepe comenzó a entender el mensaje de Tomás y se sintió aliviado de haber sido liberado. "Entonces, ¿quieres decir que no me vas a comer?", preguntó con esperanza. Tomás sonrió amablemente y respondió: "No, Pepe. No quiero comerte.

Quiero aprender de ti y tus amigos peces amarillos sobre la diversión y la alegría sin importar nuestras diferencias". A partir de ese día, Tomás se convirtió en un amigo leal para Pepe y los demás peces amarillos.

Juntos, exploraron el océano, jugaron juegos emocionantes e incluso ayudaron a otros animales marinos necesitados. La noticia sobre el tiburón amigable se extendió rápidamente por todo el océano azul. Otros animales marinos comenzaron a acercarse a Tomás en busca de su sabiduría y compañerismo.

Y así, el tiburón feroz se convirtió en una leyenda del océano no solo por su tamaño imponente, sino también por su corazón amable y su deseo de difundir la felicidad entre todos los habitantes del mar.

Desde aquel día, todos aprendieron que las apariencias pueden ser engañosas y que la verdadera grandeza reside en nuestro interior.

Y así fue como el tiburón y los peces amarillos demostraron al mundo que la diversidad es algo hermoso que puede unirnos más allá de nuestras diferencias. Fin.

FIN.

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