Tomás y su amigo imaginario
Tomás era un niño como cualquier otro, lleno de energía y creatividad. Todos los días, luego de la escuela, se sentaba en su habitación y jugaba con su amigo imaginario, un dragón llamado Flama. Flama tenía escamas de colores vibrantes y un aliento que podía encender hogueras, aunque siempre se aseguraba de no quemar nada en la casa de Tomás.
Un día, mientras jugaban, Tomás le dijo a Flama:
"¿Te gustaría volar por el cielo y ver el mundo desde arriba?"
"¡Por supuesto!" respondió Flama. "Siempre he querido ver el arcoíris desde las nubes."
Y así fue como Tomás cerró los ojos, imaginó que eran dos valientes aventureros y, de repente, el dragón lo cargó en su espalda y volaron juntos por el cielo. En su travesía, vieron un paisaje maravilloso lleno de colores y formas que jamás habían imaginado. Flama incluso hizo una pirueta en el aire y Tomás se rió a carcajadas.
Cuando regresaron a la tierra, se encontraron con un grupo de niños que estaban alegando en el parque. Todos querían jugar juntos, pero nadie parecía querer invitar a Tomás. Triste, observó cómo se divertían, mientras él se alejaba a un rincón con Flama.
"¿Por qué no me invitan a jugar?" preguntó Tomás a su amigo imaginario, bajando la cabeza.
"Creo que no saben quiénes somos ni lo divertidos que podemos ser juntos", le respondió Flama. "Quizás deberías acercarte y presentarnos."
Un poco nervioso, Tomás se armó de valor y espoleado por el dragón, se acercó al grupo de niños.
"Hola, soy Tomás. ¿Puedo jugar con ustedes?"
Los otros niños lo miraron con curiosidad, y uno de ellos, llamado Juan, preguntó:
"¿Y quién es tu amigo?"
"Se llama Flama, y es un dragón. Puede volar y tener aventuras increíbles."
Los niños se miraron entre sí, intrigados por la idea de un dragón. Uno de ellos, Lucía, dijo:
"¿De verdad? ¿Puedes mostrarlo?"
Tomás titubeó por un segundo, pero luego recordó las aventuras que había tenido con Flama.
"Claro, cerremos los ojos e imaginemos que estamos volando juntos."
Los niños se miraron un poco escépticos, pero decidieron intentarlo. A medida que todos cerraban los ojos, Tomás comenzó a contarles sobre sus aventuras en el cielo.
"¡Y así llegamos a un arcoíris gigante donde los colores eran caramelos!" dijo Tomás emocionado.
Los otros niños empezaron a sumarse a la historia, y poco a poco, el juego comenzó a tomar forma; cada uno añadía su propio toque imaginativo.
"Y en el arcoíris encontramos un monstruo que sólo quería bailar", dijo Juan con una risa.
"¡Y Flama lo invitó a volar!" agregó Lucía.
La fantasía se apoderó del parque, y pronto Tomás, Flama y los otros niños estaban saltando y riendo, como si realmente estuvieran volando sobre un arcoíris. Pero antes de que se dieran cuenta, se había hecho de noche.
"¡Hoy fue un día increíble!", dijo Tomás, sonriendo.
"Y todo comenzó con tu valentía para presentarte a nosotros", le dijo Juan.
"Gracias, Flama", susurró Tomás, aliviado y feliz por haber compartido su amigo imaginario con los demás.
Desde aquel día, Tomás supo que tenía el poder de unir a otros y sacar su creatividad a relucir. Aprendió que no tenía que tener miedo de compartir sus historias y que, a veces, lo más mágico puede suceder cuando te atreves a abrirte a los demás. Flama ya no era solo su secreto, sino un amigo compartido, que traía alegría a todos los que lo conocían.
Y así, Tomás y su dragón vivieron muchas más aventuras, siempre rodeados de nuevos amigos que a veces solo necesitaban un poco de imaginación para unirse a ellos. En cada rincón del parque resonaba la risa de los niños, recordando que lo más valioso de todos era la amistad y la capacidad de soñar juntos.
FIN.