Tomás y su Auto Mágico



Era un día soleado y calmo. Tomás, un nene de siete años, estaba viajando con su papá, Juan, hacia el parque para hacer un picnic. Mientras su papá manejaba, Tomás, cansado de jugar en casa, se quedó dormido en el asiento de atrás del auto.

Cuando Juan llegó al parque, se dio cuenta de que su hijo todavía estaba durmiendo.

"Ay, Tomás, ¿por qué te quedaste dormido justo ahora?" - murmuró Juan, mientras trataba de mover suavemente las piernas del pequeño para despertarlo.

Pero Tomás no quería despertar. En su mundo de sueños, estaba en un lugar mágico, donde los autos podían volar y los árboles hablaban. Justo cuando su papá estaba a punto de sacarlo del auto, Tomás se encontró en una gran aventura.

En su sueño, su auto se transformó en un vehículo volador, brillante y lleno de colores. De repente, el auto despegó del suelo y se elevó, llevándolo a explorar el cielo.

"¡Wow! ¡Esto es increíble!" - gritó Tomás mientras miraba por la ventana y veía el paisaje desde las nubes.

De repente, un enorme pato con gafas de sol apareció volando junto al auto.

"¡Hola, pequeño viajero! Soy Tico, el pato aventurero. ¿A dónde vas con este auto mágico?" - preguntó el pato.

"¡Hola, Tico! Estoy yendo al parque con mi papá, pero ahora estoy soñando y puedo volar. ¡Vamos a explorar juntos!" - respondió Tomás emocionado.

Tico llevó a Tomás a un país donde los árboles estaban llenos de caramelos y las flores cantaban. Allí, se encontró con otros animalitos que también soñaban. Juntos organizaron una carrera en la que los autos voladores competían entre sí.

"¡Vamos, Tomás! ¡Tú puedes ganar!" - gritó Tico, mientras volaban en círculos y esquivaban estrellas.

Tomás se concentró y comenzó a acelerar, logrando poner su auto al frente. Pero justo cuando estaba a punto de ganar, un gran dragón de papel reciclado apareció, obstaculizando su camino.

"No puedo dejar que ganes tan fácilmente. ¡Debes resolver un acertijo primero!" - dijo el dragón con voz profunda.

Tomás sintió un poco de temor, pero recordó lo que su papá siempre le decía: "Siempre hay que ser valiente y usar la inteligencia".

"Está bien, dragón. ¿Cuál es el acertijo?" - dijo Tomás, decidido a no rendirse.

El dragón sonrió y planteó su pregunta: "¿Qué se rompe al decir su nombre?"

Tomás pensó durante un momento, y entonces se le iluminó la mente.

"¡El silencio!" - respondió con entusiasmo.

"¡Correcto! Eres muy astuto, pequeño viajero. Puedes continuar tu camino" - dijo el dragón mientras se apartaba.

Tomás, lleno de alegría, volvió a acelerar hacia la meta. Finalmente, cruzó la línea de llegada primero, recibiendo una medalla de oro hecha de rayos de sol.

"¡Lo logré!" - exclamó, aún en su mundo de sueños.

De repente, sintió que algo lo movía. Era su papá, que lo estaba despertando del sueño.

"Tomás, despierta. Ya llegamos al parque. ¡Despertate, campeón!" - dijo Juan, sonriendo.

Tomás abrió los ojos y se encontró en el auto, pero todavía sentía la emoción de su aventura.

"¡Papá, papá! ¡Tuve un sueño increíble! Gané una carrera en un auto volador y conocí a un pato aventurero!" - contó entusiasmado.

"¡Qué grandioso, Tomás! Hay que soñar en grande y ser creativos. Pero ahora, el parque nos espera, ¡vamos a disfrutar del picnic!" - respondió Juan.

Tomás sonrió y, aunque había vuelto a la realidad, sabía que siempre podría volver a su mundo de sueños cada vez que cerrara los ojos. Con su papá a su lado, se sintió listo para todas las aventuras que venían.

"¿Sabés, papá? El próximo viaje hay que llevar caramelos para el dragón" - bromeó Tomás.

Y así, padre e hijo disfrutaron el día en el parque, compartiendo risas, juegos y, por supuesto, historias sobre mágicos autos voladores y dragones de papel reciclado que siempre estarían en su imaginación.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!