Tomás y su Viaje Espacial
Había una vez un niño de 5 años llamado Tomás que soñaba con viajar al espacio. Todas las noches, miraba la luna desde su ventana y se imaginaba lo que podría haber allá arriba. Sus ojos brillaban de emoción mientras pensaba en los planetas, las estrellas y los misterios del universo.
Una noche, mientras Tomás observaba la luna, escuchó un ruido extraño. Miró hacia la dirección del sonido y vio una pequeña nave espacial aterrizando en su jardín. La nave era plateada y brillante, como un reflejo de la luna misma.
"¿Quién anda ahí?" - preguntó Tomás con curiosidad.
De la nave salió un pequeño extraterrestre de piel verde y ojos grandes, llamado Zorp. Zorp sonrió y le dijo:
"¡Hola, amigo! Soy Zorp de Planet Zog. He venido a buscar a un valiente explorador que quiera viajar por el espacio. ¿Te gustaría venir conmigo?"
Tomás no podía creer lo que estaba oyendo.
"¡SIIII!" - exclamó entusiasmado. "¡Siempre he querido ir al espacio!"
Zorp lo llevó a la nave y dentro había un sitial que parecía un sillón gigante lleno de botones de colores y luces que titilaban.
"¡Pon tu cinturón de seguridad!" - le dijo Zorp.
En un instante, la nave despegó y Tomás sintió cómo su estómago se alzó por la velocidad. A través de la ventana, empezó a ver cómo la Tierra se alejaba, y la luna se hacía más grande.
"¡Mirar la Tierra desde aquí es increíble!" - dijo Tomás con asombro.
Después de un rato volando, Zorp le mostró a Tomás varios planetas. Cada uno era único y tenía cosas sorprendentes. En el primer planeta, todos los árboles eran de caramelo y los ríos de jugo.
"¡Mirá!" - le dijo Zorp, mientras tomaban un sorbo de un refresco de ácido, "Este es el planeta Dulcilandia. A los Zogianos nos encanta venir aquí a reunir caramelos por un tiempo."
Tomás se rió mientras comía un árbol de caramelo. "¡Este lugar es un sueño hecho realidad!"
Luego volaron al planeta gravitrono, donde podían saltar altísimo y hacer volteretas en el aire. Tomás gritó emocionado mientras flotaba.
"¡Esto es como en los videojuegos!" - le decía a Zorp, que reía con su voz burbujeante.
Pero al poco tiempo, la nave de Zorp empezó a emitir un ruido raro. El extraterrestre frunció el ceño.
"Oh, no. Parece que la nave tiene un problema. Vamos a necesitar un reemplazo para la pieza que se rompió."
"No te preocupes, yo ayudo" - dijo Tomás decidido. "¿Qué necesitamos?"
Zorp se quedó sorprendido por la valentía del pequeño.
"Necesitamos una piedra mágica del planeta Energírico. Vamos a tener que viajar allí para conseguirla."
Sin pensarlo, Tomás asintió y juntos se dirigieron hacia el planeta. Al llegar, se encontraron con unos habitantes de color naranja que parecían ser muy amables.
"Hola, somos los Energonianos. ¿Qué necesitan?" - preguntó uno de ellos.
Zorp explicó la situación, y los Energonianos decidieron ayudarles.
"Para conseguir la piedra mágica, deben superar un reto: deben resolver un acertijo relacionado con las estrellas y la luna. Si lo logran, se les entregará la piedra."
Tomás, emocionado, aceptó el desafío.
"¡Vamos Zorp, juntos podemos!"
Los Energonianos les dijeron el acertijo: "En el cielo hay un mapa brillante, a veces está lleno, a veces es solo un dorado. Si lo logran encontrar, la piedra mágica podrán llevar."
Tomás pensó por un momento. Luego recordó todas las noches que había mirado la luna y cómo las estrellas formaban distintas figuras.
"¡Lo sé! Se refiere a las constelaciones y la luna. ¡Debemos encontrarlas!"
Junto a Zorp, recorrieron el cielo y, al ver cada constelación, Tomás se dio cuenta de algo importante. Los Energonianos no solo necesitaban la respuesta, sino que también necesitaban que todos trabajaran juntos.
"¡Dediquémonos a explorar y compartir nuestras historias sobre las estrellas!" - propuso.
Una vez que compartieron todas sus ideas, los Energonianos quedaron impresionados por la creatividad de Tomás.
"¡Has ganado! Aquí está la piedra mágica."
Tomás y Zorp regresaron a la nave, donde instalaron la piedra mágica. A medida que lo hacían, la nave cobró vida y estaba mejor que nunca.
"¡Lo logramos!" - exclamó Tomás.
El viaje terminó, y Tomás se despidió de Zorp lleno de agradecimiento. En su casa, mirando nuevamente por la ventana hacia la luna, se dio cuenta de que su aventura fue mucho más que un simple viaje; había aprendido sobre la amistad, la colaboración y la importancia de creer en uno mismo.
"Hasta siempre, Zorp. Gracias por la aventura. ¡Nunca dejaré de soñar!" - dijo, mientras la nave se desvanecía en el cielo.
Y así, Tomás siguió mirando la luna todas las noches, sabiendo que los sueños son posibles si uno se atreve a soñar y a trabajar en equipo. n
FIN.