Tomás y sus amigos neurodivergentes



Había una vez un niño llamado Tomás que tenía todas las neurodivergencias del mundo. Era autista, disléxico, TDAH y tenía síndrome de Tourette. A pesar de todo esto, Tomás era un niño muy especial y lleno de talentos.

Un día, Tomás decidió ir al parque a jugar con sus amigos. Cuando llegó allí, se encontró con su mejor amigo Juan y su hermana Sofía. Juntos comenzaron a jugar en el tobogán y en los columpios.

De repente, Tomás empezó a mover sus brazos de manera extraña debido al síndrome de Tourette que padecía. Juan le preguntó qué le pasaba y Tomás le explicó que no podía controlar esos movimientos involuntarios.

Sofía se acercó a él y le dijo: "Tomás, eres tan especial como cualquier otra persona". Él sonrió tímidamente mientras jugaban juntos. Después de un rato, decidieron jugar al fútbol.

Pero cuando llegaron al campo de juego, Tomás se distrajo fácilmente debido al TDAH que tenía. No podía concentrarse en el partido porque estaba mirando las nubes en el cielo. Juan lo notó e intentó ayudarlo diciéndole: "Tomás, concéntrate en la pelota".

Pero esto solo lo hizo sentir más frustrado porque no podía hacerlo por sí mismo. Entonces Sofía tuvo una idea brillante: "¿Por qué no hacemos algo diferente? Podemos hacer un juego donde tengamos que patear la pelota hacia diferentes objetos del parque".

Los tres amigos comenzaron a jugar ese nuevo juego emocionante juntos. Cada vez que Tomás lograba patear la pelota hacia un objeto, se sentía más confiado y feliz. De repente, empezó a llover. Los niños corrieron para refugiarse bajo un árbol.

Mientras esperaban a que pasara la lluvia, Sofía tomó su libro favorito y comenzó a leer en voz alta. Tomás estaba fascinado por las ilustraciones del libro y le preguntó si podía intentar leerlo también.

A pesar de ser disléxico, decidió probar y descubrió que podía hacerlo con ayuda de sus amigos. Después de pasar una tarde divertida juntos, los tres amigos regresaron a casa felices y emocionados por haber encontrado nuevas formas de jugar juntos sin importar las diferencias que tenían.

Tomás aprendió que no tenía que sentirse diferente o avergonzado por tener neurodivergencias. Sus amigos lo aceptaban tal como era y estaban dispuestos a encontrar soluciones creativas para jugar juntos.

Desde ese día en adelante, Tomás se sintió más seguro de sí mismo y nunca dejó que sus diferencias lo detuvieran. Se convirtió en un niño valiente e inspirador para todos aquellos que lo conocieron.

FIN.

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