TOMI y la Aventura en el Jardín
En un lindo día soleado, un pequeño autito rojo llamado TOMI salió a pasear por el jardín. Sus ruedas brillaban al sol y estaba lleno de energía. Mientras exploraba, subió y bajó por pequeñas colinas de césped y se detuvo a oler las flores.
- ¡Qué hermoso lugar! - dijo TOMI emocionado, girando en círculos.
Pero de repente, mientras se distraía mirando una mariposa, TOMI no notó que estaba muy cerca de un hormiguero. Sin querer, cayó dentro de él, haciendo temblar la tierra.
- ¿Qué fue eso? - preguntó una hormiga negra, asomándose.
- ¡Auxilio! - gritó TOMI, tratando de no asustar a las hormigas. - ¡No quería caer aquí!
Las hormigas, intrigadas por el pequeño autito, comenzaron a acercarse. Veían a TOMI como un gran evento, algo nunca antes visto.
- ¡Hola, autito! - dijo la hormiga líder, conocida como Antonia. - Queremos que nos lleves de paseo.
- ¡No! - respondió TOMI rápidamente. - Tengo que escapar de aquí. ¡No me atrapéis!
Sin embargo, las hormigas eran muy numerosas, y TOMI sabía que necesitaría un plan. Mirando a su alrededor, vio una pequeña abertura en el hormiguero y decidió que era su oportunidad.
- ¡Voy a escapar! - dijo mientras comenzaba a rodar hacia la salida. Las hormigas lo siguieron, intentando atraparlo.
Finalmente, pasó por la abertura y se encontró con un río subterráneo que fluía suavemente.
- ¡Vaya! - exclamó TOMI. - Nunca había visto algo así.
Fue entonces cuando notó a un escarabajo rojo, muy trabajador, remando en un pequeño bote.
- ¡Hola, pequeño autito! - llamó el escarabajo, al ver a TOMI. - ¿Te gustaría cruzar el río?
- ¡Sí, por favor! - respondió TOMI, sintiéndose aliviado. - ¡Las hormigas me quieren llevar de paseo!
El escarabajo, que se llamaba Bruno, le sonrió y le hizo un señuelo para que subiera al bote.
- No te preocupes, amigo. ¡Yo te llevo a un lugar seguro! - dijo Bruno, mientras comenzaba a remar hacia el otro lado.
A medida que cruzaban, TOMI miraba maravillado los destellos del agua y el brillo de las piedras.
- Cuidado, TOMI, hay corrientes fuertes, ¡mantente firme! - advirtió Bruno, mientras esquivaban algunas rocas que sobresalían.
Finalmente llegaron a la orilla. TOMI sintió el corazón palpitante, pero lleno de gratitud.
- ¡Gracias, Bruno! - exclamó TOMI. - No sé qué habría hecho sin ti.
- No hay de qué, amigo. Siempre es bueno ayudar a otros. A veces uno no puede hacerlo solo - respondió Bruno.
Mientras tanto, las hormigas negras, frustradas, se quedaron en la otra orilla mirando cómo TOMI se alejaba.
- ¡No se olviden de mí! - gritó TOMI desde la distancia. - Puede que un día los lleve a pasear, pero tengo que ser libre primero.
TOMI continuó su paseo por el jardín, ahora más cauteloso, y mientras rodaba, pasó por un prado lleno de flores y juguetes olvidados. A cada lugar que visitaba, contaba su historia sobre las hormigas y el río.
- ¿Viste cómo me ayudó Bruno? A veces necesitas un amigo para salir de un apuro - reflexionó TOMI.
Así, aprendió que la amistad y el trabajo en equipo son importantes en cualquier aventura. Y así, TOMI siguió aventurándose por el jardín, siempre buscando nuevas amistades y experiencias, sabiendo que cada día puede traer algo sorprendente.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.