Tommy y la sabiduría del abuelo Juan
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Felicidad, un niño llamado Tommy que tenía 5 años. Tommy era conocido por ser muy llorón y por no poder solucionar sus problemas sin la ayuda de los demás.
Cada vez que algo no salía como él quería, se ponía a llorar desconsoladamente y buscaba a sus padres o amigos para que lo ayudaran.
Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Tommy perdió su juguete favorito: un autito de carreras rojo que le habían regalado en su cumpleaños. Tan pronto como se dio cuenta de que había desaparecido, comenzó a llorar tan fuerte que todos los niños del parque se acercaron a ver qué pasaba.
- ¿Qué te pasa, Tommy? -preguntó su amiga Sofi preocupada. - Perdí mi autito rojo y no puedo encontrarlo -respondió entre sollozos Tommy.
Los amigos de Tommy trataron de consolarlo y lo ayudaron a buscar por todo el parque, pero el autito no aparecía por ningún lado. Fue entonces cuando llegó al parque el abuelo Juan, un anciano sabio y bondadoso que siempre tenía las palabras adecuadas para reconfortar a los demás.
- ¿Qué pasa aquí? -preguntó el abuelo Juan al ver a los niños preocupados. - Tommy perdió su autito rojo y está muy triste -explicó Sofi señalando al niño lloroso. El abuelo Juan se acercó a Tommy y le secó las lágrimas con ternura.
Luego le dijo:- Escucha, Tommy, sé que estás triste porque perdiste tu juguete favorito. Pero debes recordar algo muy importante: en la vida, todos enfrentamos problemas y situaciones difíciles. Lo importante es cómo reaccionamos ante ellos.
En lugar de llorar sin cesar, debes mantener la calma y buscar soluciones. Tommy escuchaba atentamente las palabras del abuelo Juan mientras secaba sus lágrimas poco a poco.
- Ahora quiero que cierres los ojos e imagines dónde podrías haber dejado tu autito -dijo el abuelo Juan con una sonrisa comprensiva. Tommy siguió las indicaciones del abuelo Juan y cerró los ojos concentrándose en recordar dónde había estado jugando antes de darse cuenta de la pérdida de su juguete.
De repente, recordó que lo había dejado sobre un banco cerca del arenero. Emocionado, abrió rápidamente los ojos y corrió hacia el banco donde efectivamente encontró su autito rojo esperándolo allí como si nunca se hubiera movido.
- ¡Lo encontré! ¡Lo encontré! -exclamaba feliz Tommy agitando su autito en alto. Todos los niños del parque celebraron junto a él esta hazaña lograda gracias a la calma y la determinación demostrada por Tommy tras escuchar las sabias palabras del abuelo Juan.
Desde ese día, Tommy aprendió la importancia de mantenerse tranquilo frente a los problemas y buscar soluciones por sí mismo antes de recurrir al llanto desconsolado.
Y así fue como nuestro amigo descubrió que dentro de él también habitaban valiosas herramientas para resolver cualquier situación adversa. Fin
FIN.