Tomy y el Semáforo Mágico
Era un hermoso día soleado en el barrio de Tomy. El pequeño, con su gorra azul y su camiseta roja, decidió que era el momento perfecto para salir a jugar en el jardín. Su mamá le dijo que tenía que tener cuidado al cruzar la calle.
"- ¡Tomy! Recuerda mirar a ambos lados antes de cruzar!" le advirtió su mamá.
"- ¡Sí, mamá!" respondió Tomy entusiasmado, mientras saltaba de emoción hacia la puerta.
Al salir, Tomy sintió la suave brisa en su cara. Corrió un par de pasos y se encontró con el semáforo que estaba en la esquina, justo como su mamá le había dicho.
Cuando llegó al semáforo, vio que la luz estaba roja. Tomy recordó lo que su papá le había contado.
"- ¡Rojo significa parar!" se dijo a sí mismo con una sonrisa.
Del otro lado de la calle, un perrito pequeño comenzó a mover la cola, como si estuviera esperando cruzar también. Tomy lo miró y decidió que no podía cruzar solo.
"- ¡Hola, perrito! ¿Querés cruzar?" le preguntó.
El perrito ladró suavemente, como si estuviera de acuerdo.
Tomy miró de nuevo el semáforo, que seguía en rojo.
"- ¡Vamos a esperar!" le dijo al perrito.
Juntos se sentaron a esperar en la acera, hasta que lentamente la luz se puso en verde.
"- ¡Ahora sí, a cruzar!" exclamó Tomy, mientras el perrito brincaba alegre a su lado.
Cuando llegaron al medio de la calle, Tomy vio el signo de Pare justo enfrente.
"- ¡Mirá ese signo!" dijo Tomy emocionado.
"- ¡Sabés qué significa, verdad?" le preguntó al perrito. El perrito movió la cola, como si estuviera sonriendo.
"- Significa que necesitamos parar y mirar antes de continuar. ¡Es por nuestra seguridad!"
Tomy se detuvo y miró hacia ambos lados.
"- ¡Todo claro!" dijo al perrito.
Así que siguieron cruzando y llegaron al jardín, donde todo era hermoso y verde.
Allí, otros niños jugaban a la pelota y algunos hacían juguetes de barro. Sin embargo, Tomy se dio cuenta de que el perrito no podía jugar como ellos.
"- ¿Sabés qué? Vamos a hacer algo especial para vos!" sugirió Tomy.
Juntos fueron a buscar ramas y hojas, haciendo un pequeño juego de obstáculos para que el perrito pudiera correr y saltar.
Después de un rato, los amigos comenzaron a unirse y todos se rieron al ver al perrito brincar feliz entre las ramas.
"- ¡Mirá lo que hicimos! ¡Un parque de juegos para tu nuevo amigo!" gritó Tomy con orgullo.
Todos aplaudieron y el perrito movió su cola más rápido que nunca.
Mientras disfrutaban del juego, un niño más grande se acercó.
"- ¡Chicos! ¿Saben qué? Si seguimos así, podemos hacer una gran fiesta en el parque y traer más juguetes y hasta una merienda!"
"- ¡Sí! ¡Eso sería genial!" dijo Tomy emocionado.
"- ¡Y podemos invitar a más perritos!" sugirió una nena.
Esa idea se esparció y pronto todos comenzaron a planificar la gran fiesta. Tomy se sintió muy feliz, no solo por haber jugado, sino porque había ayudado a su nuevo amigo perrito y había hecho que otros se unieran en un gran ocurrente.
Cuando llegó la hora de regresar a casa, Tomy y el perrito se despidieron de sus nuevos amigos y caminaron juntos de vuelta hacia el semáforo. Aunque estaba cansado, estaba lleno de alegría.
"- ¡Lo hicimos! ¡Así que siempre debemos mirar, ceder el paso y ayudar a quienes lo necesiten!" le dijo al perrito.
"- ¡Guau!" ladró el perrito, como si comprendiera cada palabra.
Al cruzar de vuelta, Tomy entendió que los semáforos y los signos son algo más que reglas: son formas de cuidar y proteger a todos.
"- ¡Hasta mañana amigo!" le dijo a su nuevo compañero, mientras el perrito saltaba alegre hacia su hogar.
Tomy llegó a casa, contento por el día que había tenido, lleno de aventuras y aprendizaje.
La importancia de ceder el paso, mirar a ambos lados y ayudar a otros resonaba en su mente. Era el comienzo de muchas más historias en las que seguramente aplicaría lo que había aprendido.
Y así, el pequeño Tomy volvió a su mundo de juegos, con el corazón lleno de alegría y una lección que lo acompañaría siempre.
Fin.
FIN.