Torbellino Enojado y la Magia de la Asertividad
En un pueblo colorido llamado Arcoíris, vivía un pequeño torbellino llamado Torbi. A diferencia de otros torbellinos, Torbi tenía un enorme problema: se enojaba muy fácilmente. Un día, mientras jugaba con sus amigos, una nube llamada Nubegrande lo interrumpió. "¡Eh, Torbi! No puedo ver el arcoíris, ¡¡tú me tapas! !" - dijo Nubegrande, algo molesta.
Esta frase hizo que Torbi se enojara mucho. Con un giro rápido, hizo volar todo lo que había a su alrededor. "¡Es tu culpa! ¡No puedo hacer nada sin que me digas lo que tengo que hacer!" - gritó.
Los demás vientos, que estaban por ahí, se asustaron. "Torbi, respira profundo y calma un poco esos vientos, por favor!" - pidió Brisita, su mejor amiga. Pero Torbi no quería escuchar. Sintió que su enojo lo envolvía como un torbellino descontrolado. Sin embargo, Nubegrande, a pesar del enojo de Torbi, se acercó con una sonrisa. "Torbi, entiendo que estés molesto. Pero ¿por qué no me cuentas qué te pasa?" - sugirió amablemente.
Fue entonces cuando Torbi se detuvo un instante. A pesar de que la furia giraba dentro de él, comenzó a pensar. ¿Qué lo hacía sentir así? Recordó que siempre había querido ser el centro de atención y que Nubegrande había arruinado ligeramente su momento. "Me siento insignificante cuando no soy el foco de todos. ¡Quiero ser especial!" - exclamó Torbi, aún con una voz temblorosa.
Nubegrande lo miró muy seria, pero luego empezó a reír. "Torbi, ser especial no significa tapar lo que hay a tu alrededor. Cada uno de nosotros tiene su propio brillo. Yo soy grande y redonda, pero eso no me hace mejor que vos, que sos ágil y danzante. La magia del arcoíris está en el punto justo donde todos brillamos juntos" - explicó la nube, haciendo un gesto hacia el cielo.
Los demás elementos del clima empezaban a notar que la situación cambiaba. "Tenés razón, Nubegrande. Pero a veces, me cuesta manejarlo. Me enojo y termino haciendo cosas de las que me arrepiento. No sé cómo calmarme" - confesó Torbi con un suspiro.
Brisita, la más pequeña del grupo, decidió intervenir. "Podrías intentar una técnica que aprendí de la abuelita del viento. Cuando sienta que el enojo se apodera de mí, trato de contar hasta diez y respirar. ¡Eso me ayuda a pensar en lo que realmente quiero decir!" - propuso Brisita.
Los otros vientos asintieron. "Contemos juntos hasta diez, Torbi. Así podrás bajar un poco esa furia" - dijo un viento amigo. Torbi sabía que debía intentar hacer lo que le recomendaban, así que respiró hondo. "Uno... dos... tres..." - fue repitiendo mientras su furia iba disminuyendo.
Cuando llegaron al diez, daba gusto ver cómo el torbellino ya no giraba descontroladamente. Esta vez, habló con voz tranquila. "Lamento haberme enojado. Me gustaría hacerlo mejor. En realidad, sólo quiero que todos podamos brillar" - dijo finalmente, sintiéndose aliviado.
Nubegrande sonrió, feliz porque su amigo se había sincerado. "¡Eso es, Torbi! Ahora podemos trabajar juntos. Vos podés iluminar la danza de mi sombra mientras yo te ayudo a brillar con ese hermoso arcoíris. ¡El cielo necesita de tu energía!" - exclamó.
Desde ese día, Torbi aprendió a manejar su enojo de una manera diferente. Había días en que se sentía frustrado, pero ahora sabía que podía parar, tomar aire y hablar sobre lo que sentía. Hablando, descubría que siempre podría encontrar una solución y que no había nada de malo en pedir ayuda. Torbi se convirtió en un torbellino feliz, que bailaba por Arcoíris junto a sus amigos, creando armonía en el cielo. Y así, el pueblo aprendió que a veces, la magia de resolver los conflictos está en ser valiente para expresar lo que sentimos, respira hondo y hablar con asertividad.
Y colorín colorado, este torbellino enojado por fin se calmó.
FIN.