Tormenta de Amistad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo. Mateo era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, escuchó un suave llanto que provenía de detrás de unos arbustos. Al acercarse, descubrió a una niña triste y solitaria. Era Eréndira, una niña que había llegado al pueblo hacía poco tiempo y no tenía amigos con quien jugar.

Mateo se acercó a ella con una sonrisa amable y le preguntó qué le pasaba. "Hola, soy Mateo. ¿Por qué estás tan triste?" -preguntó el niño.

Eréndira levantó la mirada y sus ojos brillaron al ver la amabilidad en la mirada de Mateo. Le contó que se sentía sola porque no conocía a nadie en el pueblo y no sabía cómo hacer amigos. "¡No te preocupes! ¡Yo seré tu amigo!" -dijo Mateo con entusiasmo.

A partir de ese momento, Mateo y Eréndira se convirtieron en inseparables compañeros de juegos. Pasaban horas explorando el bosque, construyendo cabañas en los árboles y descubriendo nuevos secretos del lugar juntos.

La risa volvió al rostro de Eréndira gracias a la alegría que Mateo le brindaba cada día. Sin embargo, un día todo cambió cuando una terrible tormenta azotó Villa Esperanza. El río creció tanto que amenazaba con inundar el pueblo entero.

Los habitantes entraron en pánico y comenzaron a buscar refugio seguro. Mateo recordó que cerca del río había una cueva secreta donde podrían resguardarse hasta que pasara la tormenta.

Sin dudarlo, tomó la mano de Eréndira y juntos corrieron hacia la cueva mientras la lluvia caía con fuerza sobre ellos. Dentro de la cueva, Mateo iluminaba el lugar con una linterna que siempre llevaba consigo. Eréndira temblaba de miedo pero se sentía segura junto a su amigo. "Tranquila, Eréndira.

Estaremos bien aquí hasta que pase la tormenta" -dijo Mateo tratando de calmarla. Pasaron las horas y finalmente la tormenta amainó. Al salir de la cueva, vieron cómo el sol brillaba nuevamente sobre Villa Esperanza.

Los vecinos salieron a las calles para celebrar que todos estaban a salvo gracias a la valentía de Mateo y Eréndira.

Desde ese día, todos en el pueblo reconocieron el increíble vínculo entre los dos niños y aprendieron lo importante que es tener un amigo verdadero en los momentos difíciles. Mateo y Eréndira demostraron que juntos podían superar cualquier obstáculo y que la verdadera amistad es un tesoro invaluable capaz de iluminar incluso los días más oscuros.

FIN.

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