Tormenta en el Colegio



Era un día soleado en el Colegio Primaria Esperanza. Los alumnos estaban disfrutando del recreo, corriendo y riendo en el patio. Sin embargo, un oscuro nubarrón comenzó a acercarse rápidamente. Se escucharon rumores entre los chicos.

- ¡Mirá las nubes! - gritó Ana, señalando al cielo.

- ¡Parece que se viene una tormenta! - añadió Tomás, preocupado.

Antes de que pudieran reaccionar, un viento fuerte sacudió el patio y el cielo se oscureció. El director Martín, conocido por su valentía y su amor por los estudiantes, salió al patio para calmar a todos.

- ¡Chicos, tranquilos! - dijo Martín, levantando la voz para hacerse escuchar. - Vamos a entrar al salón y organizarnos. No hay de qué preocuparse.

Los estudiantes, aunque asustados, confiaban en Martín y comenzaron a dirigirse hacia el salón. Una vez adentro, Martín cerró las ventanas y ayudó a los más pequeños a sentarse.

- ¿Qué hacemos, Martín? - preguntó Sofía con los ojos grandes de miedo.

- Vamos a jugar un juego para distraernos. ¿Alguno de ustedes tiene alguna idea? - propuso él.

Los chicos empezaron a pensar. Después de un momento, Lucas, el más creativo, levantó la mano.

- ¡Podemos jugar a contar historias! - sugirió emocionado. - Cada uno puede contar una parte.

- ¡Eso suena genial! - exclamó Julieta, animándose. - Yo empiezo.

Julieta comenzó a narrar la historia de un dragón que vivía en una montaña. Cada alumno, a su turno, aportaba una parte a la historia. De repente, el cielo estalló en truenos y relámpagos, y los chicos se asustaron.

- ¡Es solo un ruido! - dijo Martín con confianza. - ¡Sigamos con la historia!

A medida que avanzaban en su cuento, los niños se olvidaron del miedo y se sumergieron en la aventura fantástica que estaban creando juntos. Cada relato era más impresionante que el anterior, con guerreros, brujas y animales hablantes. El ambiente se llenó de risas y giros inesperados.

- ¡Yo tengo una idea! - gritó Tomás. - ¡Podemos hacer que nuestro dragón sea el héroe que salve a un pueblo en peligro!

- ¡Sí! - gritaron todos al unísono.

De pronto, un fuerte viento sacudió el colegio. Las ventanas temblaron, y un rayo iluminó la habitación. Los chicos se agarraron de las manos y miraron a Martín, quien radiaba tranquilidad.

- Escuchen, chicos. La tormenta puede ser aterradora, pero juntos hacemos que todo sea más divertido.

- ¡Sí! - respondieron todos, llenos de coraje.

- ¡Nosotros podemos ser los aventureros que enfrentan al dragón!

- ¡Sí! - dijeron nuevamente, ahora más emocionados.

Martín dijo: - ¿Sabían que incluso en las peores tormentas hay arcoíris después? Debemos esforzarnos por ver lo positivo en todo.

De repente, se escuchó una fuerte estruendo que hizo temblar las paredes de la escuela. Los niños se quedaron en silencio por un instante, pero luego, recordar la historia que estaban creando les devolvió la alegría.

- ¡El dragón necesita nuestra ayuda! - exclamó Ana, empujando su creatividad. - ¡Vamos a salvo al pueblo!

La historia se intensificó, cada uno de ellos tomando un rol heroico. Se olvidaron por completo de la tormenta, en su mente; estaban en el mundo de la fantasía, dispuestos a enfrentar cualquier desafío. A través de su creatividad y el apoyo mutuo, transformaron el miedo en una maravillosa aventura.

Finalmente, la tormenta pasó, y los rayos de sol comenzaron a filtrarse por las ventanas.

- El sol vuelve a brillar, chicos. - dijo Martín sonriendo. - ¿Se dieron cuenta de lo importante que es estar juntos? Cada vez que enfrentamos algo difícil, recordemos que juntos podemos convertir incluso las tormentas más oscuras en algo hermoso.

Los alumnos aplaudieron y gritaron felices. El director, satisfecho, sintió que había hecho algo importante, más que solo protegerlos de la tormenta. Había ayudado a los chicos a encontrar la fuerza dentro de ellos para enfrentar cualquier adversidad con creatividad y compañerismo.

FIN.

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