Toto y la lección del yeso


Había una vez un pequeño niño llamado Toto, a quien le encantaba jugar al fútbol con sus amigos. Un día, mientras jugaban en el parque, Toto sufrió un accidente y se rompió el brazo.

"Toto, vamos al hospital", dijo su mamá preocupada. "No quiero ir al hospital", respondió Toto asustado. "Tranquilo hijo, todo va a estar bien", lo tranquilizó su papá. Después de la visita al médico, Toto tuvo que usar un yeso por varias semanas.

Esto hizo que no pudiera jugar al fútbol con sus amigos y se sintiera triste y aburrido en casa. Un día, su abuelo vino a visitarlo y le llevó un termo lleno de mate caliente para compartir juntos.

Mientras tomaban mate y charlaban, el abuelo notó la tristeza en los ojos de Toto. "¿Qué te pasa mi querido nieto?", preguntó el abuelo preocupado.

"No puedo jugar al fútbol con mis amigos porque tengo este maldito yeso en mi brazo", respondió Toto frustrado. El abuelo sonrió sabiamente y le dijo: "No te preocupes tanto por lo que no puedes hacer ahora mismo. Enfoca tu energía en lo que sí puedes hacer".

Toto pensó en las palabras de su abuelo durante toda la noche. Al día siguiente decidió salir a caminar por el parque con su hermana menor. A pesar de tener el brazo roto, disfrutaron del sol y observaron las nubes formando diferentes figuras en el cielo.

Mientras caminaban, encontraron a un niño pequeño llorando porque había perdido su juguete favorito. Toto y su hermana se acercaron para ayudarlo a buscar, y después de un rato lo encontraron. "Gracias chicos, son los mejores", dijo el niño sonriendo.

Toto se dio cuenta de que aunque no podía jugar al fútbol en ese momento, aún podía hacer cosas buenas por los demás.

Así que decidió empezar a hacer tareas en casa para ayudar a sus padres, leer libros interesantes y aprender nuevas habilidades como dibujar. Cuando finalmente le quitaron el yeso del brazo, Toto estaba más feliz que nunca.

Había aprendido la importancia de mantener una actitud positiva ante las dificultades y cómo encontrar oportunidades incluso en situaciones difíciles. Desde entonces, siempre llevaba consigo su termo lleno de mate caliente y recordaba las sabias palabras de su abuelo: "Enfoca tu energía en lo que sí puedes hacer".

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