Touching Connections



Había una vez una niña llamada Valentina, que no soportaba que nadie la tocara.

No importaba si era un abrazo de su mamá, un apretón de manos o incluso un inocente roce en el hombro, siempre se sentía incómoda y quería escapar. Un día, cansada de sentirse diferente a los demás y queriendo evitar cualquier tipo de contacto físico, Valentina decidió alejarse de todas las personas.

Empacó su mochila con algunas cosas esenciales y salió sin decirle a nadie adónde iba. Valentina caminó durante horas hasta llegar a un bosque frondoso. Se encontraba rodeada por árboles altos y silenciosos.

Aunque al principio disfrutaba del silencio y la tranquilidad, pronto se dio cuenta de lo difícil que era estar sola todo el tiempo. Una noche, mientras trataba de dormir bajo el cielo estrellado, Valentina escuchó unos ruidos extraños provenientes del arbusto cercano.

Con cautela se acercó para investigar y descubrió a un pequeño zorrito atrapado en una red. "¡Oh no! ¡Pobrecito! ¿Estás bien?"- exclamó Valentina preocupada mientras liberaba al animalito. El zorrito la miró con sus ojitos brillantes y comenzaron a jugar juntos.

Durante días, Valentina y el zorrito exploraron juntos el bosque, compartiendo aventuras e historias divertidas. Un día llegaron a un río donde vieron a otros animales jugando entre sí. Había conejos saltando alrededor, pájaros cantando en los árboles y mariposas revoloteando por el aire.

Valentina se dio cuenta de que estos animales encontraban alegría en la compañía de otros. "Zorrito, creo que me equivoqué al alejarme de las personas. La soledad es muy difícil y extraño a mi familia y amigos"- admitió Valentina con tristeza.

El zorrito asintió con la cabeza y le dijo "La soledad puede ser dura, pero siempre puedes regresar y pedir perdón si te arrepientes". Valentina decidió seguir el consejo del zorrito y emprendió un viaje de regreso a casa.

Durante su camino, reflexionó sobre lo importante que era aceptar el contacto físico con los demás, incluso si a veces podía resultar incómodo. Finalmente, Valentina llegó a su hogar. Su mamá la recibió con lágrimas en los ojos y un abrazo cálido.

Los amigos de Valentina también estaban allí para darle la bienvenida. "¡Qué alegría tenerte de vuelta!"- exclamaron todos emocionados.

Valentina se disculpó por haberse alejado sin decir nada, explicándoles cómo había aprendido lo valioso que era tener a las personas cerca. Desde ese día, Valentina aprendió a aceptar el contacto físico poco a poco. Comenzó por permitir pequeños abrazos e incluso descubrió que algunos eran reconfortantes.

Valentina entendió que aunque no le gustara mucho el tacto, eso no significaba que debiera apartarse completamente de quienes amaba. Aceptó su singularidad pero comprendió también la importancia del afecto humano en su vida.

Así, Valentina vivió feliz rodeada de amor y aprendió que el contacto físico puede ser una manera hermosa de compartir emociones y demostrar cariño hacia los demás.

FIN.

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