Traición y Redención
Había una vez en el reino de Aragón un rey llamado Sancho Garcés, que era muy querido por su pueblo.
Sin embargo, su hermano Ramón Garcés sentía envidia de él y planeaba deshacerse del rey para quedarse con el trono. Un día, mientras paseaban juntos por los alrededores del castillo, Ramón empujó a Sancho por el barranco del Peñalén. El pobre rey cayó rodando ladera abajo hasta quedar atrapado en lo más profundo.
A pesar de sus esfuerzos, no podía salir y temía por su vida. Por suerte, unos niños que jugaban cerca del barranco escucharon los gritos de auxilio del rey y corrieron a buscar ayuda.
Pronto llegaron soldados y aldeanos con sogas y poleas para rescatar a Sancho. Fue una tarea difícil, pero finalmente lograron sacarlo sano y salvo. "¡Muchas gracias por salvarme! ¡No sé cómo podré agradecérselos!", exclamó el rey emocionado. Los niños sonrieron y dijeron: "No hay de qué, majestad.
Solo hicimos lo correcto ayudando a alguien en apuros. "Sancho se dio cuenta de la bondad que había en las personas comunes del reino y decidió premiar a los valientes niños que lo habían rescatado.
Les ofreció estudiar en la academia real para convertirse en caballeros honorables y les prometió protegerlos siempre. Mientras tanto, Ramón Garcés fue descubierto como el traidor que era y fue desterrado del reino para siempre.
Sin embargo, Sancho decidió perdonarlo desde lejos con la esperanza de que encontrara la redención algún día.
A partir de ese momento, Sancho gobernó con aún más sabiduría y humildad, recordando siempre la lección aprendida: que la verdadera grandeza no está en tener poder sobre los demás, sino en saber usarlo para hacer el bien común.
Y así fue como el reino de Aragón prosperó bajo el reinado justo y generoso del rey Sancho Garcés, quien nunca olvidaría la valentía de aquellos niños que le devolvieron la libertad cuando más lo necesitaba.
FIN.