Tras las Pistas del Pasado


Había una vez en la hermosa ciudad de Quito, Ecuador, un grupo de amigos muy curiosos y aventureros: Martina, Pedro y Sofía. Les encantaba recorrer las calles empedradas y descubrir los secretos que escondían los edificios antiguos.

Un día, mientras paseaban por el centro histórico de la ciudad, encontraron un mapa antiguo en una tienda de antigüedades. El dueño les dijo que ese mapa los llevaría a un tesoro escondido en lo más profundo del cerro Panecillo.

Emocionados por la idea de vivir una gran aventura, decidieron seguir las indicaciones del mapa y emprender su búsqueda. Caminaron durante horas subiendo por senderos empinados hasta llegar a la cima del cerro Panecillo.

Allí, entre arbustos y piedras, encontraron una puerta secreta que los llevó a un túnel subterráneo iluminado por antorchas. - ¡Qué emocionante! -exclamó Martina-.

¡Estamos cada vez más cerca del tesoro! Avanzaron con cuidado por el túnel hasta llegar a una sala llena de cofres dorados y joyas brillantes. Sin embargo, algo inesperado sucedió: apareció un guardián mágico que protegía el tesoro y les dijo:- Para obtener este tesoro tan valioso, deben responder correctamente tres preguntas sobre la historia de Quito.

Los amigos se miraron sorprendidos pero aceptaron el desafío con determinación.

El guardián les hizo la primera pregunta:- ¿Cuál es el nombre completo de la ciudad capital del Ecuador? Pedro levantó la mano emocionado y respondió: "¡Quito! Su nombre completo es San Francisco de Quito".

El guardián sonrió satisfecho y les hizo la segunda pregunta:- ¿En qué año fue declarado el centro histórico de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad? Sofía recordó una clase que había tenido en la escuela sobre ese tema e inmediatamente contestó: "¡En 1978!".

El guardián asintió impresionado y planteó la última pregunta:- ¿Qué significa la palabra —"Quito"  en quichua? Martina recordó haber leído sobre eso en un libro y respondió segura: "¡Quiere decir "el centro del mundo"!". El guardián aplaudió emocionado y les permitió llevarse parte del tesoro como recompensa por su conocimiento e ingenio.

Los amigos regresaron a casa felices con sus bolsillos llenos de monedas antiguas y corazones rebosantes de orgullo por haber superado el desafío. Desde ese día, prometieron seguir explorando su querida ciudad de Quito para descubrir más tesoros ocultos y aprender cada vez más sobre su fascinante historia.

Y así, entre risas y abrazos, continuaron forjando amistades eternas mientras seguían alimentando su sed de aventuras junto a las majestuosas montañas andinas que custodiaban su amada ciudad.

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