Travesuras frutales



Había una vez un niño llamado Jesús que vivía en un pequeño pueblo en la provincia de Buenos Aires. Jesús era muy travieso y siempre estaba buscando aventuras para entretenerse.

Un día, su abuela le pidió un favor especial. "Jesús, necesito que vayas a comprar manzanas al mercado para hacer una rica tarta", le dijo la abuela con una sonrisa. Jesús aceptó encantado el desafío y se fue corriendo hacia el mercado.

En el camino, se encontró con su amigo Mateo, quien le propuso jugar a las escondidas en lugar de ir al mercado. "¡No puedo, Mateo! Tengo que comprar manzanas para mi abuela", explicó Jesús mientras seguía caminando.

Mateo se sorprendió por la responsabilidad de su amigo y decidió acompañarlo al mercado. Al llegar, se encontraron con una sorpresa: ¡el puesto de frutas estaba cerrado!"¿Y ahora qué hacemos? Mi abuela va a estar triste si no tengo las manzanas", lamentaba Jesús preocupado.

Mateo pensó por un momento y luego tuvo una idea brillante. Recordó que en las afueras del pueblo había un hermoso árbol de manzanas silvestres donde podrían conseguir algunas.

"¡Vamos al árbol de manzanas! Seguro podremos encontrar las mejores para tu abuela", exclamó Mateo emocionado. Los dos amigos corrieron hasta el árbol y allí descubrieron unas manzanas rojas y jugosas colgando de las ramas. Sin dudarlo, comenzaron a reagarrarlas con cuidado y alegría.

Fue entonces cuando escucharon una voz dulce que los sorprendió. "¡Hola chicos! Veo que están recolectando mis deliciosas manzanas", dijo una señora mayor con una sonrisa amable.

Los niños se asustaron al principio, pero luego le contaron a la señora sobre la tarea especial de Jesús para su abuela. La señora los escuchó atentamente y les regaló todas las manzanas que habían recogido junto con unas cuantas más que guardaba en su cesta. "Espero que disfruten haciendo esa rica tarta para la abuela.

El amor es el ingrediente secreto más importante", les dijo la señora antes de despedirse. Jesús y Mateo regresaron al hogar de la abuela felices y orgullosos con todas las manzanas en sus brazos.

La abuela los recibió con alegría y gratitud, sabiendo lo mucho que se habían esforzado por cumplir su pedido especial. Juntos prepararon la tarta más deliciosa que jamás habían probado, compartiendo risas y momentos inolvidables en familia.

Desde ese día, Jesús aprendió la importancia de ser responsable, solidario y creativo frente a los desafíos cotidianos. Y cada vez que comían esa exquisita tarta de manzana recordaban aquella aventura tan especial e inspiradora.

FIN.

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