Travesuras sabias



En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, había un grupo de amigos que se reunían todos los días en la plaza del lugar para jugar y divertirse.

Un día, mientras jugaban a las escondidas, uno de ellos propuso una idea emocionante: "¿Qué tal si organizamos una competencia de travesuras?"Todos los niños se pusieron muy contentos con la idea y comenzaron a planear cómo sería esta competencia.

Decidieron que cada uno tendría que hacer tres travesuras y el ganador sería aquel que lograra engañar mejor al resto. La competencia estaba programada para el próximo fin de semana, así que todos se dedicaron a preparar sus travesuras.

Uno decidió llenarle la mochila del colegio a su hermano menor con piedras; otro planeaba esconderle el celular a su mamá; y otro más quería hacer una broma telefónica al kiosco del barrio.

Llegó el gran día y los niños estaban muy ansiosos por demostrar sus habilidades en las travesuras. Pero lo que no sabían era que esa tarde iba a cambiar sus vidas para siempre.

El primero en presentar su travesura fue Juanito, quien le había puesto sal al azúcar de la cocina para engañar a su abuela. Todos rieron mucho cuando ella probó el café amargo sin entender qué había pasado.

Pero cuando llegó el turno de Sofi para mostrar su broma telefónica, algo extraño ocurrió: en vez del dueño del kiosco atender, contestó una voz grave diciendo "¿Diga?". Sofi no supo qué decir y colgó rápidamente. Los demás niños intentaron animarla, pero ella estaba muy asustada y decidió que no quería seguir jugando.

Fue entonces cuando apareció "El Abuelo", un hombre sabio y misterioso que vivía en una casa cercana a la plaza. - ¿Qué les pasa, chicos? -preguntó El Abuelo con su voz profunda y amable. - Sofi se asustó con su travesura -respondió Juanito-.

Y además, estamos preocupados porque algo extraño pasó con la broma telefónica. - Ya veo -dijo El Abuelo-.

Pero ¿no se dan cuenta de que las travesuras pueden tener consecuencias negativas para los demás? Los niños se miraron entre sí, sin saber qué responder. Nunca habían pensado en eso antes. - Les propongo algo -continuó El Abuelo-. Si quieren seguir jugando a las travesuras, háganlo de una manera divertida e inofensiva.

Por ejemplo, pueden hacerle una broma a alguien pero luego recompensarlo con algo lindo o útil. Los niños se sintieron inspirados por las palabras del sabio anciano y decidieron jugar siguiendo sus consejos.

Así fue como le pusieron bigotes postizos a la estatua del prócer local y luego regalaron caramelos a todos los niños que pasaban por allí; o cómo llenaron el patio de globos para sorprender a su maestra y luego le regalaron flores hechas con papel crepé.

La competencia terminó siendo un éxito gracias al cambio de perspectiva de los niños. Aprendieron que la diversión no tiene por qué implicar dañar o molestar a los demás, y que incluso pueden hacer el bien mientras se divierten.

Desde aquel día, los niños del pueblo siguieron jugando juntos en la plaza, pero esta vez con una nueva consigna: "¡A divertirse sin dañar a nadie!". Y así fue como se convirtieron en un ejemplo de amistad y respeto para todo el lugar.

FIN.

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